HARRY POTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL Harry_Potter_y_la_Piedra_Filosofal_01 | Page 162
Así que ya tenían algo más de qué preocuparse: lo que podía sucederle a
Hagrid si alguien descubría que ocultaba un dragón ilegal en su cabaña.
—Me pregunto cómo será tener una vida tranquila —suspiró Ron, mientras
noche tras noche luchaban con todo el trabajo extra que les daban los
profesores. Hermione había comenzado ya a hacer horarios de repaso para
Harry y Ron. Los estaba volviendo locos.
Entonces, durante un desayuno, Hedwig entregó a Harry otra nota de
Hagrid. Sólo decía: «Está a punto de salir».
Ron quería faltar a la clase de Herbología e ir directamente a la cabaña.
Hermione no quería ni oír hablar de eso.
—Hermione, ¿cuántas veces en nuestra vida veremos a un dragón
saliendo de su huevo?
—Tenemos clases, nos vamos a meter en líos y no vamos a poder hacer
nada cuando alguien descubra lo que Hagrid está haciendo...
—¡Cállate! —susurró Harry
Malfoy estaba cerca de ellos y se había quedado inmóvil para escucharlos.
¿Cuánto había oído? A Harry no le gustó la expresión de su cara.
Ron y Hermione discutieron durante todo el camino hacia la clase de
Herbología y, al final, Hermione aceptó ir a la cabaña de Hagrid con ellos
durante el recreo de la mañana. Cuando al final de las clases sonó la campana
del castillo, los tres dejaron sus trasplantadores y corrieron por el parque hasta
el borde del bosque. Hagrid los recibió, excitado y radiante.
—Ya casi está fuera —dijo cuando entraron.
El huevo estaba sobre la mesa. Tenía grietas en la cáscara. Algo se movía
en el interior y un curioso ruido salía de allí.
Todos acercaron las sillas a la mesa y esperaron, respirando con agitación.
De pronto se oyó un ruido y el huevo se abrió. La cría de dragón aleteó en
la mesa. No era exactamente bonito. Harry pensó que parecía un paraguas
negro arrugado. Sus alas puntiagudas eran enormes, comparadas con su
cuerpo flacucho. Tenía un hocico largo con anchas fosas nasales, las puntas
de los cuernos ya le salían y tenía los ojos anaranjados y saltones.
Estornudó. Volaron unas chispas.
—¿No es precioso? —murmuró Hagrid. Alargó una mano para acariciar la
cabeza del dragón. Este le dio un mordisco en los dedos, enseñando unos
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