Si tú, mi hermanito(a), te sientes atraído a unir los intereses de tu vida a una niña(o) joven
y sin experiencia, con una educación realmente deficiente en los deberes corrientes y
prácticos de la vida cotidiana, cometes un error; pero esta deficiencia es pequeña
comparada con tu ignorancia respecto a tus deberes para con Dios. No has carecido de
luz; has tenido privilegios religiosos, Si en tu infatuación, puedes apartarse repetidamente
de la reunión de oración, donde Dios se encuentra con su pueblo, a fin de disfrutar la
compañía de alguien que no ama a Dios y que no ve atractivos en la vida religiosa, ¿cómo
puedes esperar que Dios prospere dicha unión?.
Si las jóvenes o los jóvenes no respetan las demandas de Dios, si no prestan atención a
los requerimientos que los atan a la religión, hay peligro de que no considerarán
debidamente las demandas del esposo o de la esposa. El hábito de estar frecuentemente
en la compañía de la persona de su elección, y de hacer eso sacrificando también los
privilegios religiosos y sus horas de oración, es peligroso; experimentarás una pérdida
que no puedes darte el lujo de sufrir. Considera que el hábito de quedarse en vela tarde
por la noche es algo usual; pero no agrada a Dios, aunque ambos sean cristianos. Estas
horas extemporáneas perjudican la salud, descalifican la mente para los deberes del día
siguiente, y tienen una apariencia de mal. Espero que tengas suficiente respeto propio
como para evitar esta forma de noviazgo.
Si procuras en forma exclusiva la gloria de Dios te conducirás con una cautela deliberada.
No sufrirás un sentimentalismo enfermizo que ciegue tu visión hasta el punto de que no
puedas discernir las altas demandas que Dios te hace como cristiano.
Querido jóven, me dirijo a ti. Que vuestro blanco sea glorificar a Dios y alcanzar su
semejanza moral. Invita al Espíritu de Dios a que moldee tu carácter. Ahora es tu
oportunidad áurea para lavar los mantos de tu carácter y emblanquecerlos en la sangre
del Cordero. Considero que éste es el momento crucial en tu destino. ¿A quién elegirás,
dice Cristo, a mí o al mundo? Dios pide una entrega incondicional del corazón y los
afectos a él. Si amas a amigos, hermanos o hermanas, padre o madre, casas o tierras,
más que a mí, dice Cristo, no eres digno de mí.
La religión pone el alma bajo la máxima obligación ante sus demandas, de caminar de
acuerdo con sus principios. Así como el imán misterioso apunta al norte, de la misma
manera las demandas de la religión apuntan a la gloria de Dios. Por tus votos bautismales
estás comprometido a honrar a tu Creador y a negar resueltamente el yo y crucificar tus
afectos y concupiscencias, e incluso someter tus pensamientos en obediencia a la
voluntad de Cristo.
Evita entrar en tentación. Cuando te rodeen las tentaciones y no puedas controlar las
circunstancias que te exponen a ellas, entonces puedes reclamar la promesa de Dios y
exclamar con confianza y poder consciente: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece"
(Fil. 4:13). Hay fuerza en Dios. Pero jamás sentirás la necesidad de esa fuerza que es lo
único que puede salvar, a menos que adviertas tu debilidad y pecaminosidad. Jesús, tu
precioso Salvador, te llama ahora a colocarte firmemente sobre la plataforma de la verdad
eterna. Si sufres con él, él te coronará con gloria en su reino eterno. Si estás dispuesto a
sacrificarlo todo por él, entonces él será tu Salvador. Pero si escoges tu propio camino
andarás en tinieblas hasta que sea demasiado tarde para asegurarte la recompensa
eterna.
13