cultura social dominante. La contra-cultura se opone a lo establecido por la cultura
tradicional, y con el paso del tiempo, si estas ideas subsisten, pueden provocar la
construcción de una nueva forma de cultura.
Desde este punto de vista, se puede observar que el concepto de contra-cultura
se genera con un sentido de pertenencia, por el conjunto de nuevas situaciones
socio-culturales que transforman las tradiciones actuales; pero que a su vez, nos
liga a un mismo sistema complejo de ideas, bienes y hábitos, que definen su
estructura básica, y los diferencian de otras formaciones sociales similares.
Frente a estas tendencias sociales, se rescata y revaloriza un arte objetual “de
resistencia”, en una producción que no se centra en los géneros tradicionales como
la pintura y la escultura, sino que rescata otros géneros “menores” como el
grabado, las artesanías, la pintura mural y otros. (Marta Traba)
El análisis que Traba realiza en este artículo no se limita sólo a los movimientos
vanguardísticos objetualistas que rescatan formas no tradicionales, en un gesto de
resistencia políticos, social y cultural, sino que analiza otras manifestaciones artísticas en las
que distingue diversas tendencias.(Marta Traba, La Vanguardia 1960-1980)
Estas producciones objetualistas se apartan del arte tradicional y se acercan a
una renovación de formas y significaciones; producciones que llenaron el nuevo
escenario artístico y estético, desplazando a aquellas personas que utilizaban
medios tradicionales de expresión. El graffiti, el hip hop y la pintura mural callejera,
forman parte de una “resistencia” cultural propia, frente a la cultura social
dominante; de esta manera éstas formas de expresión podrían ser consideradas
producciones objetuales.
Estos rasgos hacen que cada grupo o sociedad tenga una identidad específica
y un sentimiento de pertenencia cifrado en el “nosotros”, que se diferencia en los
“otros”. A partir de ese “nosotros”, cada individuo, construye su “yo”, su identidad
particular y afirma su pertenencia a determinado grupo o sociedad. Esta mirada,
desde sus producciones gráficas, intenta reconocer y valorar las formulaciones y
reformulaciones de sus identidades.
En general, toda “trama urbana”, expresa cambios sociales que penetran a la
cultura dominante, queriendo romper los límites de las indiferencias sociales para
ocupar el espacio de la incomodidad. Casi todas estas expresiones incomodan o
molestan, por querer cambiar nuevas prácticas en la comunidad en contra-corriente
de las ya establecidas; que deforman, desplazan y reasignan significados.
Ahora retrocedamos a la década de los ochenta, donde los países
latinoamericanos hallaron una manera distinta para desarrollar otro movimiento del
graffiti.
(…) Pero fue así como fui descubriendo una estilística latina, una riqueza latinoamericana,
un espacio cultural ( en la década de los años 80 en Latinoamérica) que constituía un tercer
gran momento del graffiti contemporáneo (luego del París del 68 y del New York de los
primeros setentas con sus movimientos rebeldes y juveniles del Subwey). Armando Silva
(2000: 32)
Este movimiento graffitero no solo respondía a la lucha popular y la resistencia
contra gobiernos totalitarios, sino que también gestó un nuevo sentido estilístico-
plástico, acentuando la figura y la forma artística, por sobre la escritura. (Lelia
Gándara)
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