Generando Arte. La Revista. Nº 3. Octubre 2015 | Page 48
En el gimnasio
Baile de bodas
Por Mariam del Toro
L
a novia retira su velo y se dirige al
centro de la sala. En ese momento,
siente que su vida es plena desde que
despertó aquel día, en un radiante amanecer en el que el amor y la dicha parecen
coronar todas las horas.
Se percata de que todo su cuerpo es un
ritmo armoniosamente bien distribuido
mientras su amado, recién convertido en
esposo, se acerca a ella para enlazar su
cintura. Los invitados les miran y al poco,
ya no pueden apartar los ojos de la pareja,
porque la armonía de sus cuerpos se refleja
al sintonizarse miméticamente con los
acordes de la música.
Eros y Afrodita, en perfecta conjunción,
son ellos en aquel baile.
Cuerpos humanos en un complicado
engranaje que transmiten un impulso vital
desde la respiración al abrazo, desde la
mirada lejana del principio a la mirada que
se enciende de deseo.
Ella percibe que, al bailar, sus sentidos y
sus pensamientos se apaciguan, que cada
una de sus ondulaciones vibrantes, gráciles, son la expresión de su fortaleza y de su
feminidad.
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Se va separando del hombre, busca alejarse
de él con movimientos de pájaro, ligeros y
vibrantes, reconociéndose a sí misma como
una niña que celebra la alegría de vivir,
ebria de oscilaciones animales, levantando
los brazos como árboles en invierno.
Vuelve a sentir que la danza entronca su
ser con antiguos rituales de adoración de la
madre Tierra, donde las mujeres bailaban
juntas por la fertilidad. Ahora su cuerpo es
la expresión visual de la música, de las entonaciones y salmodias que el baile ha usado
en todas las tradiciones desde que el mundo
es mundo.
La danza en la gruta junto a los chamanes,
o como cuna del teatro en la civilización
griega, la iniciación de la tragedia. Se siente
TERPSÍCORE acompañando a los coros
danzantes, es la propia musa haciendo
sonar la Lira junto al ritmo del Ney y del
Kanún.
Se ha convertido al poco en vendaval, sus
pies saltan sobre las lluvias del Monzón,
porque la vida también es caos y discordia,
aunque su danza les da forma y armonía.
Se mueve libre, descubriendo el resorte
central de todo movimiento, el cráter de su
potencia creadora. Se ha convertido en la
expresión de toda la humanidad, pero fundamentalmente, está expresando con todo
su esencia la libertad de la mujer.
**Foto: Obra de Concha Mayordomo: “La
novia, el tiempo y el infinito”.