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comparaciones internacionales de oportunidad financiera ponen de relieve lo importante que es para la productividad el capital humano, y por consiguiente, la inversión en educación. Desde 1986 que entramos formalmente a la apertura comercial concreta, los mexicanos hemos transitado por el empleo, desempleo y subempleo, debido a que la educación superior no ha sido capaz de insertarse en el mercado globalizador. De ahí que la función del orientador educativo en quinto y sexto semestres se vuelve de vital importancia para hacer del conocimiento de los alumnos, la relevancia de involucrarse en una verdadera orientación vocacional en vías de aclarar los caminos en el futuro inmediato de los jóvenes bachilleres de tercer año. Por ello el subempleo, ha tenido desde hace unos años gran auge, debido a que las empresas buscan un perfil en los posibles trabajadores que cubra sus necesidades, pero debido a la falta de interacción entre las empresas y la mayoría de las IES, no se encuentra fácilmente, por lo cual las empresas deciden buscar en el extranjero, dejando al mexicano en los niveles más bajos del empleo. Con forme han pasado los años las empresas solicitan cada vez mayor preparación, pero además, las IES no han logrado ver a futuro para vislumbrar nuevos campos de inversión en otros ramos. Las carreras de futuro van de la mano con las inversiones privadas, que exigen de los egresados de las IES conocimientos específicos. La orientación vocacional entonces debe enfocarse en los campos de desarrollo que tienen grandes oportunidades de expansión; las carreras más tradicionales deben empezar a ceder sus espacios a las que van a cubrir el mercado laborar en los próximos 5 años. Por ejemplo en 1991 el 55 por ciento de los empleos fueron dirigidos a personas con escolaridad mínima de primaria, para 1995 los empleos para ese sector sólo representaron el 7 por ciento. Se puede observar que la demanda de conocimiento es hoy en día mucho más trascendente que en antaño.