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Condición naturalista. El etnógrafo estudia las personas en su hábitat
natural. Observa, escucha, habla, anota las historias de vida y evita las
formas controladas.
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Usa la vía inductiva. Se apoya en las evidencias para sus concepciones
y teorías y en la empatía y habilidad general del investigador para estudiar
otras culturas.
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Carácter fenomenológico o émico. Los significados se estudian desde
el punto de vista de los agentes sociales.
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Los datos aparecen contextualizados. Las observaciones se sitúan
dentro de una perspectiva más amplia.
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Libre de juicios de valor. El etnógrafo evita emitir juicios de valor sobre
las observaciones.
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Su carácter reflexivo. El investigador forma parte del mundo que estudia
y es afectado por él. La influencia mutua y dinámica del etnógrafo y el
campo de investigación sobre cada uno es referida como reflexividad.
Por su parte, Atkinson y Hammersley (1994) resaltan los siguientes
elementos relevantes para caracterizar la etnografía como forma de investigación
social:
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Fuerte énfasis en la exploración de la naturaleza de los fenómenos
sociales, frente a la comprobación de hipótesis.
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Tendencia a trabajar fundamentalmente con datos no estructurados, es
decir, que no han sido codificados en términos de un sistema cerrado de
categorías analíticas.
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Se centra en un número reducido de casos, en ocasiones único, en
detalle.
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El análisis de datos implica interpretaciones de los significados y
funciones de las acciones humanas, cuyo producto toma la forma de
descripciones y explicaciones verbales, en el que la cuantificación y el
análisis estadístico juega en todo caso un papel subordinado.