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Alicia Gurdían-Fernández
En la episteme de la modernidad, podemos definir el
conocimiento como el producto que se obtiene del
proceso de apropiación de los datos ofrecidos por el
objeto y las acciones u operaciones del sujeto, pero
condicionado por el contexto social y la actividad
práctica. Sin embargo, en la episteme de la
posmodernidad, definimos el conocimiento como el
proceso que se construye y re-construye,
cotidianamente, a partir de la inter-subjetividad entre
sujetos a propósito del objeto, produciendo estructuras
mentales que fluyen y crean cambios cualitativos en el
entorno, permitiendo a su vez que la realidad esté
condicionada por el contexto político, económico,
social, cultural e histórico.
Peter Berger y Thomas Luckman (1987), en su libro: La
construcción social de la realidad, afirman que los seres
humanos son los autores de la realidad materializada
en las instituciones sociales a través de un proceso de
“sedimentación” mediante el cual personas unidas por
un sistema lingüístico y cultural simbólico le dan un
soporte inter-subjetivo al orden institucional existente
o en construcción. En otras palabras, la realidad social
no es una cosa que exista con independencia del
pensamiento, de la interacción y del lenguaje de los
seres humanos. Por el contrario, es una realidad que se
materializa a través de esos tres medios.
Asumidas estas premisas ubicamos a lo cualitativo en
un plano de reivindicación de lo subjetivo, lo inter-subjetivo,
lo significativo y lo particular como prioridades para la
comprensión de la realidad socio-cultural e histórica.
Consultar: Berger y Luckman (1987), Berstein (1983), Geertz
(1989), y Shutz, (1993).