La sustitución de productos envasados, ultraprocesados o los modificados
genéticamente también ha sido paulatina. El ritmo de vida y las costumbres
consolidadas con el capitalismo globalizado han generado un mercado prolífero para
todo producto que cuente con dos características que parecen esenciales: fácil y rápido.
Pocos se detuvieron a analizar qué estaba quedando afuera con la aplicación de esta
ecuación mágica. Con el tiempo, la obesidad, el sedentarismo y los casos de cáncer se
han multiplicado de manera alarmante, desencadenando un legado catastrófico 4 . Pero el
punto crucial de este análisis es dejar en manifiesto que, como sociedad, nos hemos
alejado de la relación directa con el alimento. Lo que nos nutre ha dejado de ser visto
como un fruto de la naturaleza para convertirse en una mera mercancía, tan impersonal e
inerte como una resma de papel o un par de medias. La relación con el productor ya no
existe, porque no es él quien nos vende un cajón de fruta para convertirlo en dulce, sino
que fue reemplazado por una multinacional que llena las góndolas de frascos inertes de
mermelada con aditivos. Ya no importa cuál es la verdura de estación, porque se puede
comprar todo el año mercadería fumigada y preservada en cámaras de refrigeración. Así
un tomate cosechado en febrero se vende aún en julio, por supuesto, con una reducción
en cuanto a nutrientes y un sabor insulso que mucho difiere del que podría haber tenido
bajo otras circunstancias.
Las recetas antes transmitidas de generación en generación han quedado como cosa
del pasado, irreproducible en tiempos donde muchos almorzamos en el escritorio mismo
del trabajo o cenamos un rebozado cárnico con forma simpática y contenido dudoso,
algo siniestro, que poco tiene que ver con lo que anuncia el envoltorio. Aparentemente ya
“no hay tiempo” para dedicarle horas a la cocina. O lo hay, pero si lo convertimos a
dinero, cuesta tan caro que pocos pueden darse el gusto.
Los males no son visibles de manera inmediata; pero es innegable que quienes han
dejado de valorizar la alimentación como un pilar de su vida, experimentan tarde o
temprano trastornos alimenticios, carencias o enfermedades directamente relacionadas
a sus hábitos. Es popular un dicho que dice “somos lo que comemos”. Si bien creo que
indudablemente somos mucho más de lo que comemos, la alimentación es una parte
importantísima de nuestro desarrollo y experiencia de vida, brindándonos esa conexión
transparente entre el ser y su entorno natural. En relación a lo que comemos podemos
notar cómo varía nuestra energía, nuestra predisposición y hasta nuestro humor. Pero
nos hemos ido como desconectando… ¿Cómo es posible que tantos chicos, jóvenes y
hasta adultos no conozcan el origen de los alimentos? ¿Cuántos son capaces de
reconocer alimentos en las plantas sembradas en la huerta? ¿Cuántos disfrutan del
deleite de tomar una fruta del árbol para luego comerla? El desconocimiento general
sobre la procedencia y naturaleza de nuestra comida es llamativo. Ni hablar de la
sustitución de la carne animal por escorias como las salchichas, las hamburguesas y
otros productos industriales: las pastas rellenas de paquete, los lácteos y derivados
4
Ghergo, G. (02/10/15). Mapa del cáncer en Santa Fe: factor ambiental y agroquímicos en debate. Rosario3.
Recuperado de https://goo.gl/9ZGrBU Casos de cáncer en Monte Maíz superan la media normal. (21/10/14). Cba24n.
Recuperado de: https://goo.gl/GRFeFL
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