gradual. Se pueden identificar tres grandes factores relacionados a este fenómeno: la
organización social reinante, los métodos de producción modernos y los renovados
hábitos de consumo.
La organización social tiene que ver con el continuo éxodo de personas desde zonas
rurales hacia las grandes ciudades. Las razones son múltiples: desde el traslado forzoso
de pueblos originarios que se han visto desprovistos de sus tierras ancestrales, hasta
rasos trabajadores o pequeños y medianos hacendados que migraron en busca de
mayores comodidades. Por supuesto, algunas veces la migración se dirige hacia zonas
residenciales, pero en su mayoría se han ido incrementando las periferias, magnificando
aún más el tamaño de ciudades que fueron invadiendo constantemente sus antiguos
límites, extendiendo su tamaño y penetración en zonas más o menos naturales. Según
datos del Instituto Geográfico Nacional (IGN) 2 en la Argentina 36,5 millones de habitantes
de un total de 40,1 millones viven en zonas urbanas, lo que representa un 91%. Este valor
supera la media a nivel mundial, aunque a su vez, gigantes como IBM 3 sostienen que la
urbanización tiende a crecer en los próximos años. De todas formas, más allá de las
cifras, la incertidumbre se genera en relación a una reflexión inmediata:
Si un alto porcentaje de las personas vive en ciudades, y por ende, en general no
produce alimentos; entonces ¿quién los produce por ellos?
La realidad me lleva a responder este interrogante de una manera drástica. En primer
lugar, nuestra alimentación ha ido incluyendo una proporción de alimentos
ultraprocesados cada vez mayor (pueden imaginar lo que esto implica), por lo que
muchos se producen en fábricas y con una pequeña participación de materias primas
naturales. La segunda es metodológica, ya que actualmente se maximiza la producción
aplicando técnicas de cultivo y crianza de animales intensivas que involucran
componentes químicos de manera ascendente, incluyendo fumigaciones, balanceados y
otros artilugios que distan al ente de su natural desarrollo. Pero la necesidad es tan
artificial como el método, ya que no corresponde a una carencia, como podría ser la falta
de tiempo o espacio físico, sino que responde a la adaptación a un modo de vida, a una
organización social. Porque es sabido que una enorme porción de la siembra se
comercializa fuera del país. Entonces la explotación de estas interminables extensiones
de tierra claramente no se destina a nutrirnos, sino a sostener una determinada forma de
vida, la cual muchas veces nos es totalmente ajena. Dicho de otra manera, un porcentaje
muy alto de lo que sembramos se exporta para fabricar alimento balanceado en otros
lugares del globo, destinado a la crianza acelerada de ganado. Entonces, ¿es necesario
exprimir y envenenar el campo para obtener alimentos? No, lo es para obtener ganancias
exorbitantes. Con el afianzamiento de este mercado, la mano de obra se vio reducida y
generó multitudes de trabajadores desplazados de la órbita rural para adaptarse
forzosamente a la vida en las urbes.
2
IGN llama zonas urbanas a poblaciones de al menos 2.000 habitantes. Link: https://goo.gl/Cs5b4W
IBM hace referencia al tema en muchos catálogos de productos. Por ejemplo el que puede encontrarse en
la web: https://goo.gl/Jmp87d
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