FUMIgate v6 26/06/18 | Page 11

adquieren diferentes tamaños, formas y colores; que si bien responden a una similitud de especie, serán siempre irregulares. Una mancha es un hecho normal, natural, lógico, sano. Un veneno aplicado para controlar un insecto no lo es. Es curioso que esta afirmación, de puro sentido común, haya sido desterrada y substituida por su antónimo en la creencia popular. El reemplazo de las técnicas de cultivo a partir de elementos que provee la naturaleza fue un proceso explosivo, en el sentido de que hubo un “boom” relacionado con la facilidad y eficacia de los productos químicos sobre sus sustitutos tradicionales. El cambio alcanzó en primera medida a los grandes sembradíos, pero se ha extendido a todo el arco de productores, y hasta las mismas huertas caseras. Un purín de ortiga, unas cuantas cabezas de ajo machacado con alcohol o un rociado a base de agua y cenizas de madera han sido reemplazados por productos químicos que demuestran una efectividad asombrosa a la hora de matar. Claro, este verbo letal es mencionado como controlar plagas o proteger la planta; algo que suena bastante más ameno. En las etiquetas advierten sobre la toxicidad del producto, aunque rara vez prestamos atención a estos avisos. Son peligrosos para su manipulación, altamente nocivos para el medio ambiente y tienen un periodo de “carencia” en el cual no podemos consumir el vegetal fumigado, porque aún contiene altas dosis del veneno. No hay agua que alcance para quitar este residuo tóxico, aun siendo prudentes y aguardando el tiempo aconsejado, los componentes muchas veces quedan impregnados o alojados invisiblemente en la cáscara o el interior de los frutos. Dramáticamente, existen víctimas que han sufrido las consecuencias de consumir estos productos post fumigación. En diversas etiquetas se advierte sobre la acción dañina de los agroquímicos en cuencas, pero rara vez se toman medidas preventivas 7 ; tenemos poca conciencia de lo que genera el drenado de estos productos hacia los causes de agua a través de las lluvias. A su vez, existe en el paisaje campestre un elemento más frecuente que los clásicos eucaliptus o las lechuzas apostadas en los postes de quebracho de los alambrados: el bidón vacío. El popular descuido respecto a su desecho provoca que sea arrojado en los lotes como si de un enorme basural se tratara. Resquebrajados por el Sol, se mantienen como resecos y desmembrados testigos de lo que su uso y abuso provoca en el entorno. En mayor o menor medida todas las personas estamos afectadas por los retazos de estas prácticas, habiendo consumido, al menos en bajas dosis pero constantes a lo largo del tiempo componentes nocivos sin siquiera haber sido alertados. Para completar este panorama oscuro, qué estrago más tormentoso que el de la “manufactura” de animales para consumo humano. La crianza donde los animales pastoreaban y transcurrían su vida hasta alcanzar las condiciones necesarias se ha ido relegando. Ese trascurso ha sido acelerado, tecnificado e incentivado siniestramente. Se practica una ingeniería de procesos similar a la aplicable a procesos muertos de componentes inertes, como extraer un mineral o fabricar un envase plástico. Esa tecnificación condena al animal a una existencia atroz, con un grado de crueldad 7 Eleisegui, P. (20/06/16). La cuenca de todo el Paraná está contaminada con glifosato. Adelanto24. Recuperado de: https://goo.gl/BxZCvC |9|