FRAY PERICO Y SU BORRICO FrayPericoYSuBorrico | Page 48
Juan Muñoz Martín
Fray Perico y su borrico
cada fraile ponía su barquito en la palangana y se pasaba las horas muertas
viéndolo navegar.
El convento había cambiado. A los libros les faltaban la mitad de las hojas. El
padre superior se tiraba de los pelos. Los frailes, cuando se cansaban de
estudiar, se tiraban bolitas de papel, o ponían lagartijas en las camas, o cazaban
moscas al vuelo. Todo eran cosas traídas por fray Perico, que llenaba de alegría
el convento. Se jugaba al parchís por los rincones, y fray Olegario hacía unas
trampas tremendas.
San Francisco sonreía desde su altar y se alegraba cuando oía jugar a sus
frailes a la gallinita ciega o a policías y ladrones.
-¿Sabéis cazar grillos? -preguntó un día fray Perico.
-No -dijeron los frailes.
Fray Perico les enseñó a cazar grillos con una pajita. Cada fraile tenía un
grillo en su celda, y por la noche armaban un ruido tremendo con su gri, gri.
Hasta San Francisco tenía cinco en su capucha; fray Perico los había cazado
junto al estanque. A la hora de maitines, casi tapaban las voces roncas de los
frailes. El santo se frotaba las manos y decía:
-¡Cuántas cosas ha aprendido mi fray Perico en la escuela!
San Francisco, con ver el convento sonriente, lleno de ruidos diversos, de
martillos, sierras, morteros y tijeras, de carreras de frailes, de repiques de
campanas, de maullidos, cacareos y rebuznos, estaba satisfecho.
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