FRAY PERICO Y SU BORRICO FrayPericoYSuBorrico | Page 41

Juan Muñoz Martín Fray Perico y su borrico Además, ¡había tantas cosas donde poner el cariño y el amor de aquellos veinte frailes barbudos y bondadosos! ¡Había tantas gallinas, patos, corderos, hormigas, flores, plantas, árboles, que necesitaban su ayuda y atención! Y, sobre todo, estaba el borrico, que con sus travesuras hacía las delicias de la comunidad. La vida, pues, siguió su curso. Los frailes siguieron levantándose antes de salir el sol, y el día seguía desgranándose, monótono y pausado, como las cuentas de un rosario. A fray Perico le costaba sacar al burro de la cama. Ya en la capilla, los frailes hacían sus largas oraciones arrullados como siempre por los ronquidos de fray Perico. Después salían los frailes de la capilla. Un tufillo a chocolate llegaba del comedor. Calcetín salía corriendo, pero el cocinero tenía tapada la chocolatera. Mientras rezaban, el borrico se comía los bizcochos de su vecino fray Sisebuto. Fray Perico le ponía la servilleta a Calcetín y le llenaba la escudilla con cinco cazos de chocolate. Después del desayuno, todo el convento se llenaba de ruidos. Fray Sisebuto, el herrero, encendía la fragua. Machacaba en el yunque con su enorme martillo: ¡tic, tac, tic, tac! Calcetín le ayudaba tirando del fuelle de la fragua con los dientes. Fray Gaspar, el del tejar, hacía tejas. Fray Ezequiel cuidaba de las abejas. Fray Bautista daba la lata en el órgano. Fray Opas cepillaba con su garlopa. Fray Jeremías cosía calcetines en la sastrería. Fray Simplón se pillaba los dedos con el martillo. Fray Pirulero pelaba patatas para el puchero. - 41 -