FRAY PERICO Y SU BORRICO FrayPericoYSuBorrico | Page 40
Juan Muñoz Martín
Fray Perico y su borrico
Así iban pasando los años por el convento. Fray Perico era cada vez más
inocente y más bueno; el burro estaba cada vez más blanco y más gordo.
Cuando murió el lobo, el convento quedó un poco triste. Los frailes, después
de cenar, recordaban las andanzas del animal por el convento. Fray Pirulero
contaba que un día dio un salto de siete metros y se llevó un jamón que tenía
colgado del techo de la despensa. Fray Bautista, el organista, se acordaba con
lágrimas en los ojos de cuando el lobo le pasaba con la pata las hojas de sus
partituras. Fray Sisebuto se acordaba de cómo manejaba el fuelle de la herrería,
tirando de la cadena con la boca. Fray Cucufate se enternecía cuando contaba
que el lobo movía con la cola el molinillo del chocolate.
Y a fray Olegario se le hacía un nudo en la garganta cuando se miraba el
hábito y veía el siete que el animal le había hecho por pisarle la cola. Fray Perico
tenía los ojos enrojecidos de tanto llorarle, pues cada rincón del convento le
traía recuerdos imborrables del animal.
Pero como el lobo había muerto bien cuidado y rodeado de cariño, el dolor
de los frailes no era amargo, sino dulce y consolador. El lobo había muerto
arrepentido y con la bendición de San Francisco, y eso era un gran consuelo.
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