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¿Cómo estamos en materia
ambiental?
3. Matriz energética.
Como en muchos otros temas, nuestra riqueza natural pone a Colombia en una
incomparable situación de ventaja: la abundancia de agua que corre por los ríos
colombianos ha resultado en que el 70% de la energía eléctrica que consume el país
provenga de fuentes renovables. La energía restante proviene de plantas térmicas
que operan con combustibles fósiles en un 29% y solamente el 1% tiene como origen
fuentes renovables no convencionales.
La sequía que produjo el fenómeno de El Niño de 2016 evidenció una realidad
inevitable: la variabilidad y el cambio climático afectan la provisión del recurso hídrico
que está en el centro de nuestra matriz eléctrica. Diversificar la composición de
nuestra producción eléctrica es una decisión prioritaria, en primer lugar para hacernos
menos vulnerables. Hacerlo además cumpliendo con nuestros compromisos en
materia de reducción de GEI y aprovechando nuestro potencial en energías
renovables no convencionales es apenas natural y debería resultar en menores
inversiones del Estado en el cargo de confiabilidad y en mejores precios de la energía
para los colombianos.
La realidad global indica que las nuevas energías desplazarán en algunas décadas a
los combustibles fósiles: varias decenas de países ya anunciaron la salida definitiva
del carbón de sus matrices de generación de energía y en algunos ya se estableció la
prohibición del diésel a partir del año 2025. Es prioritario que las regiones que
dependen de la producción del carbón inicien una transición hacia la producción de
bienes y servicios con un mayor valor agregado.
La dependencia del petróleo ha sido para la economía colombiana una adicción difícil
de superar: cuando bajan los precios el país se compromete a invertir en el desarrollo
de otros bienes y servicios. Al subir los precios, sin embargo, nos acomodamos de
nuevo a la producción petrolera como principal fuente de inversión e ingresos para el
Estado. La única manera de cortar con ese ciclo es con una apuesta más
diversificada de la economía del país, invirtiendo en educación, ciencia, tecnología y
emprendimiento, sobre todo en épocas de vacas gordas.
La fuerza de la esperanza.