III
LA CONDENACIÓN POR LA IGLESIA
1-El Vicario General
En ausencia del Obispo de la Diócesis, Mons. Mateo
Múgica, el personaje eclesiástico que tenía la incumbencia de
intervenir en Ezkioga era el Vicario General de Vitoria, Dr. D.
José Antonino Echeguren. El Vicario era alavés de origen, por
tanto, independiente de la mayoría del clero vitoriano dividido
entre Guipúzcoa y Vizcaya. Con un obispo de tendencias
preferentemente pastorales, un jurista como Echeguren era un
complemento necesario para el adecuado régimen de la Diócesis.
No era un teólogo curtido en lides místicas, sino que era un doctor
en Derecho, psicológicamente configurado según una mentalidad
jurídico-jerárquica, y pastoralmente no muy comprometido. No
era el hombre dotado de la adecuada sensibilidad como para
acercarse a unos niños con apariciones, ni para dialogar con un
pueblo desconcertado, deseoso de creer en unos inocentes niños
que veían a la Virgen. Además, como simple Vicario General de
un obispo ausente, era un hombre atado de pies y manos para
tomar decisiones directas e inmediatas. Sabía, también, que el
Gobierno seguía todos sus pasos y lo tendría siempre contrario.
En cuanto empezaron a sonar los hechos de Ezkioga el Vicario
General se presentó en Zumárraga y dio al clero local órdenes
severas para que no se entrometieran para nada en el asunto de
las apariciones42. Era la praxis prudencial de su tiempo en casos
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«Durante el primer mes de las llamadas apariciones, fue el que suscribe
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