EZKIOGA A.M. Artola, CP | Page 38

visiones fundantes ni a los primeros videntes. Ninguno de ellos tuvo éxtasis. Laburu entró en escena cuando ya se había verificado la división entre los primeros y segundos videntes, y eran patentes las desviaciones visionarias de los mismos. Las experiencias del P. Laburu -las de 1931, y más especialmente las de 1932- se desarrollaron con visionarios del segundo Ezkioga. El material gráfico del P. Laburu es de los visionarios de la segunda época. Hay en él un funesto error metodológico, cual es la suposición de que en todas las etapas de Ezkioga, las visiones fueron de la misma naturaleza. Para él todo lo que sucedió en Ezkioga era el contenido de sus filmaciones. Todas las verificaciones que realizó en sus experiencias sicológicas pertenecían por igual a la esencia de Ezkioga. Ignoró que en el origen de Ezkioga hubo unos fenómenos que él jamás hubiera podido analizar. Y eso había sido nada menos que lo fundante de Ezkioga. Su error estaba en que la identificación de todo lo de Ezkioga únicamente con los fenómenos observados por él, le llevó a la convicción de que en Ezkioga nunca hubo más que los visionarios de la segunda época estudiados por él, y que tales fenómenos eran todos iguales. Laburu no conoció ni lo mejor de Ezkioga (la primera semana) ni lo peor de las apariciones (la falsa estigmatización de Ramona). Fue uno de los autores que más contribuyeron a pensar que todo lo de Ezkioga fue homogéneo e igualmente no-verdadero. Para colocar en la historia de Ezkioga la aportación del P. Laburu, hay que tener en cuenta dos cosas: la esencial diferencia entre los videntes primeros y segundos, y la simplificación de su apologética limitando su observación a los hechos claramente pertenecientes a la segunda época en la cual surgieron todas las desviaciones. Ahí está el sofisma en que se basa toda la tesis de Laburu sobre Ezkioga. Su testimonio no vale para el primer Ezkioga, que es donde se juega lo esencial del conflicto entre la verdad y la falsedad de las apariciones. 39