Su rostro apopléjico enrojecía cada segundo, sus manos blancas
y blandas agarraban un diminuto paraguas para sostenerse, y
su pecho abombado se agitaba con el esfuerzo. La ayudé parte
del camino hasta un árbol contra el que se recostó para tomar
aliento. Toda la cocina y sus alrededores se veían negros de gente
situada en apretadas filas». A su cabecera encontré a una mujer
vestida de negro, arrodillada al lado de la cama, llorando de
forma desconsolada. Había hecho todo el camino desde Burgos
de Castilla hasta Ezquioga para suplicar a Nuestra Señora por
una hija suya que estaba muriendo de tuberculosis»31. Sobre
esta afluencia Amundaráin advertía que es menester mucho
discernimiento sobre la naturaleza de las enfermedades y las
respectivas curaciones. Todos estos hechos estaban convirtiendo
a Ezkioga en un verdadero lugar religioso excepcional. La gente
venía a Ezkioga a la búsqueda de algo que respondiera a sus más
profundas exigencias religiosas. En la carta llama la atención el
sil encio absoluto sobre los videntes. Todo está polarizado por la
expectación de lo milagroso extraordinario. Este es el contexto de
la carta de D. Antonio Amundaráin, escrita el 12 de julio de 1931.
En sus páginas la expectación por lo milagroso extraordinario lo
invade todo. Para su examen, se instituye la Comisión eclesiástica,
como sucede en Lourdes, pero no hay ningún suceso prodigioso
que realmente merezca considerarse como un milagro. Se trata de
«milagros» que no son más que hechos llamativos, que inducen a
las almas a estados interiores de verdadera conversión, pero sin
ostentar el grado de verdaderos prodigios. El ambiente propio de
las aglomeraciones de masas es más del tipo de la renovación
carismática, en el cual domina más bien la acción de los dones
del Espíritu Santo, que de unas intervenciones divinas objetivas
del tipo de las «apariciones» y de milagros. El discernimiento de
su naturaleza exige mucha prudencia de parte de los medios de
comunicación, para que sean verídicos en sus informaciones.
En este ambiente saturado de espiritualidad, las concentraciones
31
Walter STARKIE, Spanish Raggle-Taggle, pp. 130-133.
26