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personas asociadas a ella, y que asigna implícitamente otras funciones a la escuela. Esta circulación
implica, en primer lugar, que la escuela ya no se considera como el primer vehículo para la difusión
del conocimiento. Se supone entonces que uno adopta un sistema de valores basados en los
derechos humanos y las normas internacionales de comunicación y comportamiento en el mundo
escolar: estas normas se traducen esencialmente en life skills (particularmente alentadas por la
UNESCO, UNICEF, etc.), que reflejan ciertos valores de los países democráticos occidentales y la
forma en que piensan de sí mismos como sociedad: el acceso a la ciudadanía, las prácticas
relacionadas con el desarrollo sostenible en los ámbitos de la alimentación, el respeto por el medio
ambiente, la salud, etc.
La escuela es llevada a superar la estructura disciplinaria de la educación, que respondía
principalmente a cuestiones de contenidos y conocimientos. Hoy en día, el poder ya no pertenece a
quien sabe, como antes, o incluso a quien busca, sino a quien actúa: quien emprende, organiza,
gestiona, etc. Y la acción pura ya no es suficiente: un análisis reflexivo y crítico de su acción y las
situaciones también es esencial para hacer frente a los desafíos actuales. Por tanto, la división
disciplinaria ya no se adapta a esta lógica de la acción.
2. El actor principal del aprendizaje es el estudiante
Cualquiera que sea la teoría del aprendizaje que se considere, la investigación en ciencias de la
educación demuestra que la eficacia del aprendizaje se relaciona principalmente con la movilización
cognitiva del alumno, en calidad y cantidad. En otras palabras, para una mejor educación, los
alumnos deben participar de una manera cada vez más activa en su aprendizaje, tan a menudo como
sea posible. Esta actividad del alumno se puede lograr de muchas maneras: trabajos en grupo,
búsquedas en Internet, encuestas, proyectos, etc.
Esta cuestión está estrechamente relacionada con otra cuestión importante, a saber, la de cambiar
gradualmente el papel del docente en el aula: hacer que desempeñe una función de mediador y guía
de la actividad del estudiante, en vez de una transmisión del conocimiento pura y simple, jerárquica,
en la que el alumno se sienta ajeno a lo que aprende.
3. Saber actuar en determinadas situaciones se valora
Actualmente, cada vez más personas cuestionan el lugar que deben ocupar las situaciones complejas
en el aprendizaje, incluso aunque, según diferentes variantes, los especialistas del enfoque basado
en las competencias ofrecen diferentes acentos y prioridades del funcionamiento de situaciones
complejas en el aula.
Hay quienes ven las situaciones complejas como fuente de aprendizaje (situaciones de exploración,
situaciones de investigación, situaciones didácticas, etc.). Otros las consideran más como la
culminación del aprendizaje; son situaciones de integración, o "situaciones dirigidas", es decir,
situaciones problemáticas que, para resolverlas, requieren por parte de los estudiantes la
articulación de varios recursos (conocimientos, saber hacer y capacidades) cuyo objetivo es poner en
práctica su aprendizaje con el fin de ejercer una competencia determinada. Y otros hacen hincapié
en el papel de las situaciones complejas como medio de evaluar a los alumnos (situaciones de
evaluación). Pero todos reconocen que la gestión de la complejidad se convierte en un componente
de aprendizaje en sí mismo.
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