Evidencias Sujeto Educación Y Sociedad EvidenciasSujetoEducacionySociedad_GuerraOchoa_Irv | Page 339
Estas diferencias “de función” se suman a diferencias en la extensión y
estructura de la educación secundaria. Aunque la extensión típica de la
enseñanza secundaria es de seis años, los casos nacionales varían en un
rango que va desde los cuatro a los ocho años. En cuanto a la estructura,
a grosso modo el modelo más recurrente consiste en un sistema escolar
de tres ciclos, donde los dos primeros (primaria y secundaria baja) ofre-
cen formación común de carácter general y el tercero (secundaria alta),
formación diferenciada en instituciones especializadas y por tanto se-
paradas. Con todo, existen muchas excepciones a esta configuración,
las cuales tienden a seguir o el modelo alemán de educación secundaria
baja diferenciada o el modelo norteamericano con secundaria baja y
alta indiferenciada. Es decir, las instituciones de educación secundaria
se ubican en un continuo que va desde la formación académica-general,
hasta la enseñanza vocacional-técnica, pasando por un tipo de educa-
ción polivalente o mixta. Aunque ha existido un largo debate en cuanto
a las ventajas y desventajas de este tipo de opciones, la investigación
parece converger en que modelos de segmentación temprana y fuerte –
como el alemán– serían más eficientes en la distribución de sus egresa-
dos, pero que modelos menos segmentados y que postergan la especia-
lización –como el norteamericano– serían más equitativos (Kerckhoff,
2000; Morimer y Krüger, 2000).
En último término, lo que está en juego en la evolución histórica y en
la persistencia de una gran diversidad estructural e institucional de la
educación secundaria es el esfuerzo porque esta cumpla un rol de “bi-
sagra” entre las funciones de socialización escolar (común para todos) y
de selección académica (inevitablemente diversificada y jerarquizada).
Pero la función de filtro de la educación secundaria no se compatibiliza
fácilmente con la noción más contemporánea de concebirla como un de-
recho universal de los propios adolescentes y jóvenes. Así, como ningún
otro nivel educativo, la educación secundaria ha estado tensionada por
compatibilizar principios contrapuestos, intentando ser meritocrática y
compensatoria, terminal y preparatoria a la vez.
Por último, la comunicación intergeneracional que la educación supone,
se ha vuelto cada vez más difícil de lograr para los educadores del ni-
vel secundario. Los jóvenes y adolescentes producen una “cultura juve-
nil” distinguible, en muchos aspectos opuesta a la del mundo adulto y,
particularmente, a la de la escuela: comienzan a desarrollar diversidad
de intereses, manifestar distintas motivaciones y vocaciones, cultivar
prácticas y lenguajes diferenciados. Todo esto ha puesto enorme pre-
80