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En consecuencia, el debate en los países desarrollados en los últimos
años se ha volcado hacia la calidad de los programas para las edades
iniciales, más que en la expansión acelerada. Al respecto, se ha teni-
do en consideración que las investigaciones señalan que la primera
infancia es el periodo de mayor vulnerabilidad a los estímulos del am-
biente, a la calidad de los cuidados y de las relaciones entre el niño
y sus cuidadores. Por lo tanto, un cuidado negligente que no atienda
adecuadamente las necesidades del niño podría actuar en detrimento
de su desarrollo a largo plazo, y de sus capacidades de aprendizaje
(UNICEF, 2008).
En Latinoamérica y el Caribe no es posible considerar asegurada la
calidad de estos programas, pues existen pocas políticas a nivel na-
cional que atiendan de manera multidimensional las necesidades de
los niños, especialmente de los más pequeños (UNESCO, 2007a). El
80% de los niños que asisten a un programa de educación inicial en
la región lo hacen en instituciones de dependencia privada, los cuales
son escasamente regulados, lo que impide monitorear la cantidad y
variedad de programas existentes, así como sus procesos educativos y
los cuidados ofrecidos en cada uno de ellos.
El concepto de calidad de la atención y educación a este nivel debe
incorporar, al menos, elementos de salud, alimentación, desarrollo si-
cosocial, afectivo y cognitivo. Aplicado a los programas destinados a
la atención y educación de la primera infancia, sus énfasis varían prin-
cipalmente según las dos etapas antes definidas: desde el nacimiento
hasta los 3 años de vida, y desde los 3 a los 6 años. Los objetivos de
estos programas en la primera etapa apuntan a proveer a la madre y
la familia las condiciones y capacidades necesarias para el cuidado de
la salud, nutrición y estimulación, que permitan el desarrollo integral
del niño; excepcionalmente los programas atienden directamente a los
niños 8 .
A partir de los 3 años, los objetivos de los programas agregan a la
promoción del buen desarrollo, la adquisición de habilidades y cono-
cimientos necesarios para una mejor transición hacia la educación
primaria, facilitando un mejor desempeño durante los años escolares
(UNESCO, 2011).
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La promoción de formas de cuidado institucionalizado de los niños a esta edad encuentra su justifi-
cación principal en el objetivo de aumentar la inserción laboral de las mujeres. Aunque existe cierto
debate al respecto, los expertos en desarrollo infantil temprano tienden a coincidir en la conveniencia
de fortalecer las capacidades y mejorar las condiciones familiares de atención y cuidado de los niños.
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