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rurales (y por extensión, a los pueblos indígenas), quienes tienen la mi- tad de probabilidades de acceder a un centro de atención y educación inicial que los niños de zonas urbanas (CEPAL, 2007). Finalmente, como se mencionó, no existen suficientes datos compara- tivos sobre la calidad de los programas preescolares en la región. En esta dimensión, el indicador de calidad más básico con que se cuenta refiere a la disponibilidad de educadores por grupo de alumnos, lo cual en estas edades es no solo muy importante por la calidad de la esti- mulación y trabajo pedagógico que la educadora puede realizar, sino además por el cuidado y seguridad que puede brindar a los niños. La tasa de alumnos por profesor en la educación preprimaria alcanzaba en 2010 un promedio de 18 niños en la región, lo cual era muy cercano al promedio mundial. El promedio regional de alumnos por profesor ten- dió a disminuir levemente durante la última década. Por último, tam- bién en este aspecto se expresa la gran heterogeneidad de situaciones antes señaladas: mientras en algunos países (especialmente del Caribe, como San Vicente y Las Granadinas, Anguila, Santa Lucía y Montserrat) la tasa de alumnos por profesor era en 2010 alrededor de 10 niños, en otros (como Colombia, México, Uruguay y Jamaica) se elevaba a cerca de 25 niños por educador. En síntesis, es posible afirmar que en términos generales durante la década pasada los países de América Latina y el Caribe hicieron pro- gresos importantes en el mejoramiento de las condiciones iniciales de la infancia temprana, pero que sus avances en educación preescolar fueron en cambio limitados (aunque no menor que otras regiones com- parables). Con todo, es característico de la situación y evolución de este nivel educacional la enorme heterogeneidad en la región, diferencias que no siguen linealmente las diferencias de ingresos entre los países. Por otra parte, a pesar del avance en la cobertura a nivel regional, es necesario destacar que existe una gran inequidad respecto en la educa- ción preescolar que desfavorece a la población que más se beneficiaría de participar en la educación preescolar, es decir, los niños de los quin- tiles de menores ingresos, a aquellos que viven en zonas rurales y que son indígenas. Finalmente, no existen suficientes datos sobre la calidad de los programas preescolares. 49