Evangelista N°03 (edicion pdf) | Page 21

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TRATADOS

recibisteis de vuestros padres, no con

cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (I Pedro 1:18-19). Nuestro perdón viene a través de la muerte de Cristo y el derramamiento de su sangre por los pecados del hombre (Hebreos 9:22).

Tomemos en cuenta que, debido a nuestros pecados, merecemos la muerte eterna. Pero debido a su amor y misericordia hacia nosotros, Jesús murió en nuestro lugar. Por medio de esto nosotros podemos ser

perdonados y nuestras transgresiones pueden ser cubiertas.

Falta de perdonar trae esclavitud

Cuando experimentamos el perdón misericordioso de Cristo recibimos la paz. Para conservar esta paz es necesario perdonar a los demás. Cristo nos dice en Mateo 6:14-15: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.

Jesús da enseñanza clara sobre los peligros de la falta de perdonar: “Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien

denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo

malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mateo 18:23-35).

Odiar a alguien, mantener una ofensa o guardar rencor causa muchos efectos negativos. La persona que permite tales actitudes en su vida se pone triste y amarga. Su salud sufre, como también sus relaciones.

Cuando no perdonamos a otros, trae consigo una esclavitud a nuestra alma, se podría comparar con ser esclavizado por otras personas o atado por una drogadicción. Muchas veces esta falta de perdonar produce una amargura que nos vence desde adentro, encierra en nosotros la tristeza, ira y contienda; no deja entrar el amor, alegría y confraternidad. Esta amargura es el resultado de un espíritu orgulloso que procura llevar cuentas y vengarse de los agravios percibidos y reales. Si no nos despojamos de nuestros sentimientos ofendidos finalmente nos van a controlar; estaremos esclavizados a ellos, como también en la esclavitud del pecado ante Dios.

"Odiar a alguien, mantener una ofensa o guardar rencor causa muchos efectos negativos"

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