Evangelista N°03 (edicion pdf) | Page 22

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"Pero Dios que es rico en misericordia y por su gran amor para con los hombres, envío a su Hijo Jesucristo a morir en la cruz para que todos los que crean sean salvos".

"La muerte no le dice a nadie cuando será la hora, el día o el año en que ella lo visitará".

Este tratado lo escribió el Pr Juan Avellaneda, mientras se encontraba en una gran prueba de salud. Finalizado de escribirlo el Señor le concedió muchas más bendiciones en su ministerio

Perdón incondicional

Jesús enseñó que la única manera para nosotros conceder perdón a los demás es como Él nos ha perdonado. No debemos perdonar con condiciones según la gravedad de la ofensa contra nosotros, el número de elitos o el carácter del delincuente. Hemos de mostrar misericordia incondicional como Dios ha mostrado misericordia a nosotros. Al humillarnos y extender perdón a otros, Dios abre el camino para pedir el perdón de nuestros propios errores y pecados. Dios perdona completamente a todos los que vienen a Él con un espíritu humilde y arrepentido.

Al seguir el Espíritu Santo, conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres. (Juan 8:32). Dice el versículo 36: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”.

"Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:15). En Mateo 11:28, Jesús dijo: “Venid a mí . . . y yo os haré descansar". Al seguir estas enseñanzas, seremos perdonados y vamos a poder perdonar a los demás.

Acercarse a Dios

Ahora la pregunta es, ¿cómo nos acercamos a Dios? La respuesta se encuentra en la Biblia. “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6:44). Dios, por su Espíritu Santo, nos hace

conscientes de que somos pecadores y necesitamos un Salvador. A veces no entendemos el llamado de Dios. Podemos comenzar a notar una sensación en nuestro corazón: un vacío y soledad, una necesidad de algo, un sentimiento que no somos justos, una convicción de que somos perdidos.

Cuando nos damos cuenta de esta inquietud en nuestro espíritu, necesitamos abrir nuestro corazón a Dios para su dirección. La carga del pecado se pondrá muy pesada, y nuestro corazón se sentirá contrito por nuestra vida pasada pecaminosa. Dios desea que entreguemos nuestra vida a Él en arrepentimiento verdadero. Cuando Dios ve nuestro corazón contrito y humillado y nuestra disposición para hacer su voluntad con todo corazón, Él perdona nuestra vida pecaminosa y recibimos el perdón y la paz. (Salmo 34:18, Salmo 51:16-17). ¡Oh, qué feliz que somos ahora y queremos compartir con otros lo que Cristo ha hecho en nuestro corazón!

Esto no es algo que sólo es intelectual, o un cambio de mente. Es una obra del Espíritu Santo en el corazón que nos convierte a una nueva vida. Por medio de este poder del Espíritu Santo tenemos fe para confiar en Dios. Así podemos rendir nuestra propia voluntad y perdonar a los demás. 2 Corintios 5:17 dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.

La manera bíblica de perdonar es hermosa. Una fe que confía en el sacrificio de Jesús, junto con una entrega completa a Dios y su voluntad, quita la culpa de nuestro corazón. Nuestros pecados son totalmente

cubiertos por la sangre derramada de Jesucristo. El perdón que Dios da quita nuestras ofensas y heridas. Él limpia el corazón completamente y se olvida de nuestros pecados. “Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades” (Hebreos 8:12). Que libertad tan maravillosa podemos experimentar cuando Dios perdona nuestros pecados y podemos perdonar a nuestro prójimo. También puedes experimentar esto

en tu corazón y tu vida. ¡Ven al Señor hoy!