"Creer que llegas a Kenia y nos sumergimos en la jungla es solo una fantasía."
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Un evangelista es un apasionado que habla de Cristo, y apasiona a otros para que hagan lo mismo, ya sea para darlo a conocer en aquellos que no son creyentes y edificando al cuerpo de Cristo. Si lo relacionáramos dentro de un espacio laboral, diríamos que sólo se ocupa de seguir las instrucciones que su jefe le ha dictado. El apóstol Pablo dijo en 1 Corintios 2:2 "Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado". Es lo que somos los siervos del Señor: personas que nacimos de nuevo y solo le servimos al Señor.
Si en su vida descubre el llamado del Señor como evangelista, recuerde que no es una escalera a la fama, sino un tiempo de consagración a Dios, de conocerle cada día más para poder dar a conocer a otros el misterio de Cristo (Colosenses 4:3). ¡Adelante mi hermano! El llamado de Dios es el privilegio más grande que una persona pueda recibir. El llamado divino, el llamado de quien nos amó, nos salvó y nos capacitó con su gracia para anunciar las virtudes del que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9)
"porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!"
1 Corintios 9:16
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