«En efecto, por lo que respecta a aquellos cuya atareada pobreza ha
usurpado el nombre de riqueza, tienen su riqueza como nosotros decimos que
tenemos fiebre, siendo así que es ella la que nos tiene cogidos.» (Séneca, Cartas a
Lucilio).
«Como la razón no exige nada que sea contrario a la naturaleza, exige, por
consiguiente, que cada cual se ame a sí mismo, busque su utilidad propia —lo que
realmente le sea útil—, apetezca todo aquello que conduce realmente al hombre a una
perfección mayor y, en términos absolutos, que cada cual se esfuerce cuanto está en
su mano por conservar su ser (...). Y así, nada es más útil al hombre que el hombre;
quiero decir que nada pueden desear los hombres que sea mejor para la conservación
de su ser que el concordar todos en todas las cosas, de suerte que las almas de todos
formen como una sola alma, y sus cuerpos como un solo cuerpo, esforzándose todos
a la vez, cuanto puedan, en conservar su ser, y buscando todos a una la común
utilidad, de donde se sigue que los hombres que se guían por la razón, es decir, los
hombres que buscan su utilidad bajo la guía de la razón, no apetecen para sí nada que
no deseen para los demás hombres, y, por ello, son justos, dignos de confianza y
honestos» (Spinoza, Ética).
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Capítulo VI
APARECE PEPITO GRILLO
¿Sabes cuál es la única obligación que tenemos en esta vida? Pues no ser
imbéciles. La palabra «imbécil» es más sustanciosa de lo que parece, no te vayas a
creer. Viene del latín baculus que significa «bastón»: el imbécil es el que necesita
bastón para caminar. Que no se enfaden con nosotros los cojos ni los ancianitos,
porque el bastón al que nos referimos no es el que se usa muy legítimamente para
ayudar a sostenerse y dar pasitos a un cuerpo quebrantado por algún accidente o por
la edad. El imbécil puede ser todo lo ágil que se quiera y dar brincos como una gacela
olímpica, no se trata de eso. Si el imbécil cojea no es de los pies, sino del ánimo: es su
espíritu el debilucho y cojitranco, aunque su cuerpo pegue unas volteretas de órdago.
Hay imbéciles de varios modelos, a elegir:
a) El que cree que no quiere nada, el que dice que todo le da igual, el que vive
en un perpetuo bostezo o en siesta permanente, aunque tenga los ojos abiertos y no
ronque.
b) El que cree que lo quiere todo, lo primero que se le presenta y lo contrario
de lo que se le presenta: marcharse y quedarse, bailar y estar sentado, masticar ajos
y dar besos sublimes, todo a la vez.
c) El que no sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo. Imita los
quereres de sus vecinos o les lleva la contraria porque sí, todo lo que hace está
dict