La relación entre la personalidad de los cerros (pág. 81-88)
Ethnológica 02 (2018)
cosmogónico cobra sentido. Si, de manera general, se evitan los lugares
salvajes, se emprenden, en algunas ocasiones, viajes hacia las cumbres.
Por un lado, a escala supra-comunitaria, se encaminan peregrinaciones a
cerros cuya titularidad está compartida por varias comunidades 4 . De hecho,
el movimiento -físico o no- hacia las cumbres va mucho más allá de la
comunidad. Si bien existen cerros tutelares, propios de cada comunidad,
muchos de ellos pueden estar también muy distantes del pueblo. Cuanto
más peligrosas y ambivalentes las cumbres y las entidades que en ellas
moran, más protagonismo tendrán en el paisaje ritual andino. Al revés, a
escala local, cada comunidad tiene su cerro de referencia, lo cual condiciona
los desplazamientos. Por lo tanto, algo muy importante, por la peligrosidad
de los cerros y de los seres sobrenaturales que allí viven, es el respeto que
se les otorga, lo cual se manifiesta en parte en los trayectos de los hombres
por determinados espacios -según su naturaleza. Esta movilidad selectiva
tiene mucho que ver con la noción de vacío, que implica un contacto
con los espacios desiertos de alta peligrosidad -entre los que las alturas-,
por lo cual cualquier viaje por estos lugares -y en particular las punas- se
debe acompañar de rituales propiciatoríos. Precisemos que un factor muy
importante que incrementa la peligrosidad de estos espacios desérticos es
el hecho de caminar solo por ellos. De hecho, el caminante solitarío pasa
a ser, fuera de los límites de la comunidad, un ser sumamente vulnerable
a los encantos de los apus, y demás seres sobrenaturales 5 . Asimismo, los
lugares ligados con los chullpas 6 son espacios de alta peligrosidad, que
pautan los desplazamientos físicos y rituales. A menudo asociados con
las alturas -tal vez por la posición intermediaria de éstas entre ukhupacha
y janaq pacha-, los chullpas van de par en la actualidad con los restos
arqueológicos prehispánicos, y permiten lucir en los cerros como vínculo
entre antropología y arqueología. Por ende, las cumbres -por su asociación
con la vida ritual prehispánica y la reubicación de las wak’as- son otra vez
en el centro de una doble dinámica de movilidad geográfica y simbólica.
4 Lo cual no impide un culto local al cerro. Para un ejemplo detallado, véase el caso del Ausangate, y
la peregrinación de Qolluriti, analizado en el trabajo de Sánchez (1995).
5 Lo cual transparenta en las leyendas andinas acerca de los cerros, cuyas víctimas siempre son
itinerantes solitaríos.
6 Antepasados presolares, que se refugiaron en el inframundo para protegerse de la salida del Sol
-simbolizado por los Incas o los españoles, según las versiones-, que los quemó y puso fin al Chullpa
cha, iniciando así el orden solar.
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