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Ethnológica No. 01 (2017)
Alonso Muñoz Terán
ron para ser escuchados
Quisiera volver al elemento que a mi parecer, destaca en los relatos
de El Viejo Antonio, y que considero, los convierten en un texto profunda-
mente heterogéneo, me refiero al de la “tradición oral”. En Escribir en el
aire, Cornejo Polar asienta: “Es obvio que la oralidad y la escritura tienen
en la producción literaria sus propios códigos, sus propias historias y que
inclusive remiten a dos racionalidades fuertemente diferenciadas, pero no
lo es menos que entre una y otra hay una ancha y complicada franja de
interacciones” (2002: 19).
En los relatos escritos por Marcos, tenemos los lectores un elemen-
to más a considerar, a saber, el de la posible existencia en la vida “real” de
“El Viejo Antonio”. Para el historiador Jan de Vos, el asunto del personaje
es cosa más seria, El Viejo Antonio posiblemente se llamaba Juan Anto-
nio, era de Huitupán, un poblado ch’ol del norte de Chiapas y se conoció
con Marcos, no de manera “romántica” en un paraje de la Selva, sino en la
casa del Viejo Antonio, allá por el año de 1975 (De Vos, 2004: 366-369).
Este dato resulta interesante pues con él podemos acudir a la lectura con
la intención de estar, desde luego, frente a un texto de creación, pero de
igual forma, frente a la producción que surge a partir del encuentro de
dos sujetos de distinta procedencia socio-cultural, y en la que uno de ellos
proveyó al otro de todos los elementos para la construcción de un mundo
narrativo con un penetrante diálogo intercultural.
Sería parte de una actividad hermenéutica la de considerar este
tipo de elementos y de igual forma “[…] determinar algunas o muchas
formas básicas de relación entre literatura oral y la escrita, varias de las
cuales tienen un tratamiento exhaustivo en la filología, sobre todo en lo
que toca a la conversión de discursos orales en textos escritos (los poemas
homéricos por ejemplo), aúnque en otros casos, como el de las literaturas
amerindias, el arsenal de los instrumentos clásicos de la filología resultan
insuficientes” (2002: 20). Esta insuficiencia, se podría paliar, en algunos
casos, con el apoyo de las ciencias sociales como la sociología, la historia
o la antropología, como lo ha venido haciendo hasta hora la crítica lite-
raria latinoamericana, un tanto soslayada en México por la academia, que
se ha venido decantando por perspectivas teóricas posmodernas, es decir,
occidentales.
C onclusiones
Como se puede observar, el proceso resultante de los relatos de El
Viejo Antonio, es el de una producción profundamente heterogénea. El