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Ethnológica No. 01 (2017)
Laura Collin Harguindeguy
destaca la orientación del esfuerzo a la obtención de los bienes necesarios
para la reproducción social.
Una nueva mirada que compare las lógicas del buen vivir y del
confort en términos de la satisfacción de necesidades podría cuestionar la
auto imago de satisfacción del occidental consumista. Mientras la lógica
occidental pareciera reconocer solo las necesidades materiales, la idea del
buen vivir parece más equilibrada. Al parecer, por el tiempo y la energía
que se dedican a satisfacer las necesidades emocionales y de estima, estas
se encontrarían plenamente satisfechas, al igual que las creativas, dado el
vínculo que se mantiene con la naturaleza y con el producto del traba-
jo. Cabría dedicar más atención a las necesidades cognitivas, pues si bien
la literatura antropológica recalca la cuestión de los saberes tradicionales,
tantos años de su sistemática devaluación deben haber hecho efecto, tam-
poco debe dejarse de lado la denominada tiranía comunitaria (Touraine,
1997), que desalienta el pensamiento crítico o disidente.
La modernidad, en sus diferentes etapas, ha tendido a privilegiar
la obtención de dinero (riqueza, en Adam Smith) sobre cualquier otra
actividad, así como a transferir la satisfacción de necesidades al mercado,
donde se compra algún bien o servicio. Contrariamente, en las econo-
mías tradicionales la mayoría de las necesidades son satisfechas de manera
autogestiva y por participación social, tanto de los miembros de la UD
como de la comunidad y, hasta fechas recientes, no implicaban costo en
dinero. De hecho, hasta el momento solo la satisfacción de las necesidades
básicas o de sobrevivencia, parecen depender del mercado y por tanto del
dinero. En la perspectiva moderna son cada vez más las necesidades que
se transfieren al mercado, redundando, en muchos casos, en la adquisición
de pobres sustitutos de la verdadera satisfacción —sexo en vez de amor,
contactos en vez de amigos, fastfood en vez de comida, guardería en vez de
abuela—. Por otra parte, la lógica de la reproducción ampliada del capital,
se extiende a los actos de consumo, con el mas es mejor, donde la apología
de lo grande y abundante sustituye a la satisfacción. La lógica de la sufi-
ciencia parece ir en sentido opuesto. Foster, no sin dejo crítico, señalaba
que “buena parte de la conducta se puede explicar si se la considera como
una función del presupuesto de que casi todas las cosas buenas de la vida
existen en cantidad pequeña y limitada (Foster 1972). A la idea de sufi-
ciencia Illich la denomina austeridad convivial (Illich 2006).