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Ethnológica No. 01 (2017)
Laura Collin Harguindeguy
los rituales y las relaciones sociales, priorizando la satisfacción de las ne-
cesidades no-materiales.
La existencia de una lógica con otras prioridades e inclusive otra
racionalidad (Sahlins 1997) no es nueva, se intuye en la descripción que
Chayanov (1966) hiciera de las sociedades campesinas, donde el esfuerzo
del grupo sería proporcional a las necesidades de reproducción social, tal
formula focaliza sobre en el factor esfuerzo-trabajo y la falta de sentido
de acumulación-ahorro, mientras que solo tangencialmente y de manera
irónica remite a la valoración de otras necesidades, cuando señala que: «…
el resto todo es reír y cantar». La reproducción social como la preocupa-
ción dominante de las sociedades domésticas es reiterada por Melliassoux
(1975) y agrega como características de las sociedades domésticas: que la
tierra constituye un medio de trabajo (no una mercancía), proveen libre
acceso a la tierra, las aguas y las materias primas, los medios de producción
son individuales y que se asocian con la autosubsistencia, a la que diferencia
de la autarquía dado que no excluyen relaciones con otras comunidades, ni
la existencia de especialistas (1975). La discusión sobre la posibilidad de la
existencia de lógicas económicas diversas fue motivo de la polémica entre
formalistas y sustantivistas en los setentas (Godelier 1976) y se reedita
actualmente atendiendo a la relación hombre naturaleza:
Dentro de las perspectivas heterodoxas 1 se han elaborado algunas
corrientes teóricas que responden a algunas de las transformaciones del
territorio rural a partir del análisis de una relación fundamental: régimen
de propiedad-racionalidad-sustentabilidad. Estas corrientes hacen alusión
a que las racionalidades alternas responden a incentivos y motivaciones
sociales y no únicamente a las individuales (Barkin D. 2009: 78).
Desde la otra vereda, la conducta asociada con el esfuerzo pro-
porcional ha sido motivo de crítica y de manera concomitante de proyec-
tos orientados a lograr el cambio cultural, encabezados por dependencias
públicas y organismos internacionales, generalmente orquestados por an-
tropólogos. En tiempos de la fe en el progreso y su heredera la teoría del
desarrollo, la lógica reproductiva o de buen vivir fue responsabilizada por
la supuesta apatía, falta de espíritu emprendedor y de cultura del trabajo
en las poblaciones originarias amerindias y de África, mientras que sus
negativas a aceptar las pautas occidentales fueron interpretadas como re-
sistencias culturales.
En los tiempos en que el paradigma evolución-progreso-desarro-
1 “…la teoría neoinstitucional: Ostrom, 2000; experimental: Henrich et al., 2004; ecológica: Martínez Alier y
Schlüpmann, 1991; Leff, 2004; Toledo, 1992, Barkin, 1998, 2004 y 2006), y la ecología política (Martínez
Alier y Schlüpmann, 1991; Martínez Alier y Roca, 2001” (Barkin D. y., 2009)