Entremanos nº4 4ª época | Page 37

_ Abre los ojos, Erick, ábrelos- dijo aquella voz susurrante.
No estaba seguro de hacerlo, no sabía qué estaba pasando, pero en un raro empujón de valentía los abrí. Vi que ante mí se alzaba un extraño ser. Tenía el cuerpo como si fuera vapor y su cabeza era una deformada calavera, con los ojos saliendo de las órbitas e inyectados en sangre, además en su boca asomaban cuatro largos colmillos, dos arriba y dos abajo.
Intente zafarme de su abrazo pero, aunque aquel personaje parecía raquítico como si con una simple aplicación de fuerza se pudiera romper, era fuerte. Lo seguí intentando con todas mis fuerzas, pero era inútil. Él se reía sentía que yo no era más que un juguete para él.
_ No malgastes tus fuerzas, Erick, no conseguirás nada, tu poder es minúsculo. No eres rival para mí aunque albergas gran potencial y si consiguieras sacarlo a la luz …, tal vez te podrías convertir en una amenaza para mí, así que ya está decidido, te eliminaré aquí y ahora _ dijo entre carcajadas.
Alzó su esquelética mano. Una nube oscura la rodeó al instante. Salían extraños rayos negros de aquella especie de niebla que rodeaba su mano. De repente, cuando yo ya me había resignado a mi inminente muerte, por el rabillo del ojo vi pasar a mi lado a toda velocidad, de una forma espectacular como si se tratase de una película de fantasía, una gabardina negra que cayó al suelo.
Giré la cabeza siguiendo el rastro e movimiento que me había dejado, y no tardé ni una milésima de segundo en reconocer al nuevo personaje que había entrado en escena, era el hombre de antes. Hice un amago de hablar pero, su mirada de desaprobación me hizo cerrar la boca y convertirme en un mero espectador de lo que pasaba.
Un aura de luz poco a poco recubrió al hombre. Una vez no quedaba rincón libre de su cuerpo sin tapar, una explosión luminosa me cegó. Solo alcanzaba a oír a duras penas las voces de ambos seres.
_ No matarás al chico, Itzal.
_ No deberías haber aparecido, Argia. Este es nuestro territorio, el territorio de las sombras, aquí tú no tienes ningún poder, lo mataré- replico Itzal.
Tras la conversación solo se oyeron golpes. No sabía quién era quién, ni quien llevaba la ventaja en el combate. Era de nuevo un espectador en el enfrentamiento de la luz contra las sombras.
Un grito ahogado inundó el ambiente. Cuando desapareció, oí unos pasos que rompían el restablecido dominio del silencio; cada vez más cerca de mí. Así que seguí mi primer instinto: huir, pero cuando quise darme la vuelta recibí un golpe que me dejó noqueado.
Al despertar mis ojos se abrieron como puertas, la imagen que tenía en frente era escalofriante: todos los pasajeros estaban muertos, les habían sacado los ojos y degollado, el tren estaba cubierto de sangre y las luces parpadeantes dejaban ver en el suelo sobras de las manchas de sangre que las cubrían.
Al verlo intenté con todas mis fuerzas desviar la mirada a una puerta, no podía soportar aquella maquiavélica imagen; para mi sorpresa, la ventana dejaba un hueco por donde se podía observar cómo la pared del túnel del metro iba quedando atrás por el tren, que en algún momento se había
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