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En un nuevo mundo que no hemos comprendido completamente y en una sociedad de la que los periodistas también hacen parte, es necesario que la ética y las buenas costumbres vuelvan a la práctica y que contrastar fuentes y hacer periodismo de verdad se convierta en un unicornio dentro de las salas de redacción. En un mundo donde las sociedades se han convertido en los generadores de conversación, donde la realidad se ha convertido en el mundo de las redes sociales, es indispensable que el periodista digital se tome mucho más tiempo para comprobar el origen de la información que ha llegado a sus manos.

“Si es la convergencia tecnológica la que ha generado la plataforma multimedia, hipertextual e interactiva, debemos ser los periodistas y profesionales de la comunicación quienes establezcamos las pautas de códigos renovados de trabajo, definamos y comprendamos a las audiencias emergentes, clarifiquemos tendencias, identifiquemos oportunidades y construyamos el medio a partir de sus características, y de nuestra propia experiencia.” (Carrillo, 2016, p.15)

Y esta nueva convergencia no implica que el periodista se convierta en un repetidor de información más que en un verdadero informador. El hecho de ser periodista es cumplir con unos requisitos éticos claros que permitan que lo que se le quiere decir a la sociedad sea información veraz, verificada y sustentada con variedad de fuentes que permiten la contrastar la información. “Ser periodista digital no implica abandonar los principios y las prácticas del periodismo y ejercer el oficio a través del monitor de una computadora. El periodista del siglo XXI atiende la realidad y vive de ella.” (Carrillo, 2016, p.18). El periodista del nuevo siglo debería ser ese que sigue moviéndose en las calles buscando información, historias que deben ser contadas para darle voz a esas personas que no la tienen o no son escuchadas, “el código ético de la Sociedad de Periodistas Profesionales de Estados Unidos recoge este espíritu con la frase "Dale voz a los que no tienen voz" (Give voice to voiceless).” (Gil, n.d., p.5)

La digitalización, la Convergencia y la inmediatez llegaron a convertirse en elementos vitales para las nuevas generaciones. Para que esta se lograra en el pasar de los años, fue necesario un cambio total dentro de los fenómenos tecnológicos, los fenómenos sociales que dieron pie a la creación de nuevos sistemas transportables que mantuvieran a las audiencias al tanto de lo que se estaba viviendo aquí o en Filipinas. Fue una revolución cultural que permitió la evolución de los consumidores. Jenkins menciona que esta evolución de las audiencias es basada en una cultura de participación:

El término cultura participativa contrasta con nociones más antiguas de espectadores de medios pasivos. En lugar de hablar de productores de medios y los consumidores ocupan roles separados, ahora podríamos verlos como los participantes que interactúan entre sí de acuerdo con un nuevo conjunto de Reglas que ninguno de nosotros entiende completamente. No todos los participantes son creados igual. Corporaciones e incluso individuos dentro de los medios corporativos todavía ejerce mayor poder que cualquier consumidor individual o incluso el agregado de los consumidores. (Jenkins, 2019, p.3)