Instructores
en el aula
A
10 años del Programa de Ajedrez también debemos expresarnos por el recorrido
de uno de los integrantes del proceso de
aprendizaje: “El Profe de Ajedrez”. Tal vez, aferrados
a la bandera que dicta que uno no viene esta vida
para pasar y nada más, buscamos trascender el
rol de instructor de ajedrez involucrándonos como
un agente social, aportando desde allí herramientas para sobreponerse a una realidad adversa
que sume a transformarla. Consideramos también aportar al proyecto no solamente al niño,
sino al contexto y su historia. Generar espacios
donde los niños puedan desarrollarse con cierta
naturalidad en la búsqueda de elementos que
lo ayuden a cumplir sus deseos como personas,
ocupa un lugar de privilegio en nuestros intentos.
Hace 10 años y aún hoy identificamos hogares desarmados por las adicciones, niños sin
tutela de un adulto responsable debido a sus
largas jornadas laborales. Niños y jóvenes enredados en una maraña de derechos pero sin
deberes u obligaciones que equilibren la balanza de las consecuencias que tiene toda acción.
Si bien no se cuenta aún con mediciones de impacto en torno a la tarea que realiza un instructor, debemos mirar al ajedrez como un aporte dinámico y al
lenguaje del juego como un facilitador para sumar
elementos en el desarrollo de los procesos lógicos
del pensamiento. El espacio generado por cada
instructor debe servir para la interrelación y la construcción de identificaciones en las que el niño pueda
fortalecerse en su modo de “ser social en el mundo”,
más allá que ese mundo trascienda o no su barrio.
Si el clima de este espacio que se brinda es el de valoración de sus capacidades, si se le suman herramientas con las que obtendrá resultados novedosos al momento de tomar sus decisiones de vida,
quizás podremos afirmar que “el ajedrez hace bien”.
En tal caso el Ajedrez Escolar, si se nos permite, se
presenta, como un espacio o una opción más para
la transformación y restauración del tejido social.
Por Gaston Machado.
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