rencia de intereses que hubiera entre ellos, pues la voz más fuerte rugía ferozmente desde las afueras del lugar y ella sí tenía un objetivo claro: independizarse de España. Poco a poco, más personas empeza- ron a compartir el mismo ideal y como bien sabemos, a las sociedades siempre las han unido las historias y los mitos, y esta no fue la excep- ción a la hora de reunir a miles de personas que estaban dispuestos a luchar por la misma causa: libertad. Presionados por la voz popular, se acordó firmar dicho documento que no sería definitivo, ya que, la his- toria nos narra que no fue hasta 1822 que se determinaría la indepen- dencia como tal solo para seguir con el siguiente paso en la agenda de los políticos de ese entonces, el cual fue la anexión al Imperio de Mé- xico. Todo lo anterior llevaría a Centroamérica a repetir la situación, separándose posterior- mente del Imperio de México para proclamar- se independiente bajo el nombre de República Federal de Centroamé- rica. A partir de ahí entra en escena la historia individual de Honduras, quien se separó de la república antes mencionada y proclamó su independencia el 5 de noviembre de 1838.
Las ambiciones pérfidas no tienen diques,
soñadas libertades yacen deshechas.
¡Eso no hicieron nunca nuestros caciques,
a quienes las montañas daban las flechas!
Según la Real Academia Española, la palabra Independencia implica “Libertad, especialmente la de un Estado que no es tributario ni de- pende de otro”. Por otro lado, Ibrahim Hidalgo Paz nos introduce a un aspecto interesante de esta misma, pues afirma que “el logro de la li- bertad política constituye la premisa indispensable para alcanzar for- mas más amplias y superiores de emancipación humana”. Emancipa- ción… que interesante palabra. Si buscamos su significado nos topare- mos con que se entiende como “liberarse de cualquier clase de subor- dinación o dependencia”. Es justo lo que usaría para describir el obje- tivo de aquella muchedumbre que, si bien era limitado su conocimien- to en comparación a cualquier otro revolucionario intelectual de la época, bastante claro tenían que la independencia más que palabras vacías tenía que ser palpable en la vida de cada individuo. Con todo lo anterior en mente considero oportuno hacernos la pregunta de si… ¿hemos alcanzado acaso el objetivo final de esta libertad política? Miremos a nuestro alrededor y tratemos de contar a cada mente emancipada, a cada mirada liberada y labio capaz de expresar deseos más allá de lo que en muchos lugares considerarían “derechos básicos”. ¿Acaso conoce usted a alguien dispuesto a ofrendar su vida por su país “antes que ver profanado su suelo, roto su escudo, vencido su brillante pabellón”, o a ofrendarla por lo menos en favor de cualquier otra causa?
Mientras nuestras mentes sigan estando cautivas creyendo lo que sea que se nos proyecte, como bien lo expresa Platón, no podremos saber lo que ven los ojos de aquellos que, siguiendo la luz, han encontrado libertad en el entendimiento de una realidad más compleja; en la experiencia de gozar de una libertad que no excluye a ninguno. Y muchas veces la responsabilidad de ir hacia esa luz no depende solo de nuestros gobernantes. La falta de una visión compartida es sin duda la mayor tragedia del movimiento independentista. Incluso me atrevo a decir que no estábamos listos para abrir nuestros ojos y ver la tan ansiada libertad, pues nuestras mentes aún hoy son esclavas del miedo. Todo esto debería llevarnos a reflexionar si lo que tenemos hoy en día es lo que pedían a gritos los verdaderos protagonistas de la historia de la independencia o si solo aprendimos a conformarnos con el resultado del ultraje cometido a los sueños de libertad del pueblo hondureño que no ha visto más que opresión y tristeza en las tardes plomizas que han caracterizado estas últimas décadas…o quizá siglos.