Hay Futuro en un Legado
Un desastroso espíritu posee tu tierra:
donde la tribu unida blandió sus mazas,
hoy se enciende entre hermanos perpetua guerra,
se hieren y destrozan las mismas razas.
Doscientos años han pasado desde que el sueño de una generación de revolucionarios se vio por fin realizado. Un sueño que transitaba por las calles con los pies desnudos, haciendo alarde de autonomía, desarrollo, educación, y ¿por qué no?: de igualdad. Ideal que fue mo- tor de grandes acontecimientos que marcaron el rumbo de la historia y que pocos creían posible, pero que contra todo pronóstico se cum- plió finalmente sirviéndole justicia como bebida y libertad como plati- llo principal a cada habitante centroamericano y de cuyos dulces fru- tos disfrutamos aún hoy en día… ¿o me equivoqué de historia? En rea- lidad, creo que la historia va algo así…
Era septiembre del año de 1821, y en los aires se respiraba la in- quietante sensación de que algo grande estaba por suceder. Los cam- bios siempre son buenos, porque quiérase o no trastornan los colores con los que suele estar pintada esta rutina a la que llamamos vida. Sin embargo, la vida era todo menos monótona para los protagonistas de la revolución que se estaba llevando a cabo en la cuna de antiguas ci- vilizaciones de guerreros audaces como lo era el terreno centroameri- cano. Pero no se crea, a simple vista nuestros protagonistas -algunos no tan jóvenes- casi podrían llegar a subestimarse. No eran más que estudiantes, maestros, curas, o campesinos; nuestros protagonistas podían ser cualquier persona que de alguna manera se había enterado e inspirado por lo que había acontecido en la tierra de aquel “león que rugía allá lejos por sobre el Atlante”. Personas que motivadas por los movimientos revolucionarios que tan de moda estaban incluso dentro del mismo continente y también por las ideas de la Ilustración, exigían a grandes voces aquello que hasta el mo- mento solo podía ser descri- to como una vaga ilusión. El día que en el calendario marca el número 15 un grupo de personajes ilustres deciden firmar un acta de inde- pendencia en el Palacio Nacional de Guatemala pese a cualquier dife- diferencia de intereses que hu- biera entre ellos, pues la voz más fuerte rugía ferozmente desde las afueras del lugar y ella sí tenía un objetivo claro: independizarse de España. Poco a poco, más personas empezaron a compartir el mismo ideal y como bien sabemos, a las sociedades siempre las han unido las historias y los mitos, y esta no fue la excepción a la hora de reunir a miles de personas que estaban dispuestos a luchar por la misma causa: libertad. Presionados por la voz popular, se acordó firmar dicho documento que no sería definitivo, ya que, la historia nos narra que no fue hasta 1822 que se determinaría la independencia como tal solo para seguir con el siguiente paso en la agenda de los políticos de ese entonces, el cual fue la anexión al Imperio de México. Todo lo anterior llevaría a Centroamérica a repetir la situación, separándose posteriormente del Imperio de México para proclamarse independiente bajo el nombre de República Federal de Centroamérica. A partir de ahí entra en escena la historia individual de Honduras, quien se separó de la república antes mencionada y proclamó su independencia el 5 de noviembre de 1838.