Por otra parte, las maratónicas de TV Enlace son un cons-
tante ejemplo de sugestión. ¿Cómo es posible que en cada
maratónica, los locutores y predicadores puedan anunciar
invariablemente que «hay una tremenda unción aquí, se
siente poderosamente la presencia de Dios aquí»? Cabe la
sospecha legítima de que es más bien sugestión, con miras
a crear la impresión de algo misterioso y maravilloso para
que la gente envíe sus ofrendas. Queda sumamente vago
en qué consiste esa «unción», ¿cómo saben que está pre-
sente?, y ¿cómo puede ser tan predecible e invariable?
Jesús afirmó que el Espíritu sopla donde quiere; verdad
que Lutero parafraseó: «el Espíritu Santo actúa cuando,
donde y como él quiere» y no cada vez que nosotros lo
decidamos, para que después produzcamos por sugestión
las sensaciones correspondientes. Otra forma de manipu-
lación, el chantaje, consiste en emplear promesas o ame-
nazas para someter a las personas. En el sentido más am-
plio, «el evangelio de las ofertas» y «la teología de la pros-
peridad», cuando se emplean para provecho personal (que
ocurre no infrecuentemente), califican como chantaje o
extorsión. Casi siempre estas promesas y amenazas apelan
al egoísmo, como cuando se «profetiza» un gran futuro de
fama y éxito para personas inseguras («serás el Billy
Graham del siglo XXI»). Muy comúnmente estas promesas
producen confusión en sus víctimas y les provocan mucho
daño.
Intimidar a la gente.
Muy relacionada con estos chantajes es la intimidación,
cuya expresión más grave son las frecuentes maldiciones
que se lanzan contra las personas. Estas maldiciones son el
colmo, el acabóse, del chantaje: «o te sometes, o te maldi-
go». Por falsas que sean, estas maldiciones ejercen una
tremenda fuerza para infundir terror y arruinar la vida de
las personas. De esas maldiciones he hablado en otros ar-
tículos: «Apóstoles y profetas que juegan con maldicio-
nes» y «Una iglesia abusiva»². A veces estos «profetas»
convalidan hechizos venidos del espiritismo en la vida an-
terior de los acusados. Muy generalizada en nuestros días
es la teología de la sumisión incondicional, una teología de
la autoridad absoluta (del apóstol, profeta o pastor) que
condena y prohíbe toda crítica. Es un autoritarismo a ul-
tranza más cercano a la curia romana que al Nuevo Testa-
mento. Produce pastores que son dictadores, que preten-
den controlar toda la vida de los creyentes. Para enamo-
rarse, casarse, comenzar un plan de estudios (o dejarlo),
aceptar un empleo (o rechazarlo o renunciar a él), para
todo se necesita el visto bueno del soberano pastor
(apóstol, profeta). El texto áureo para este movimiento
autoritario, que ahora aparece por todos lados, es Mateo
7.1: «no juzguéis, para que no seáis juzgados». Otras ma-
neras sagradas son «no toquéis al ungido del Señor» o la
murmuración de Miriam y la lepra con que Dios la castigó.
El autoritarismo no ofrece
ningún futuro.
viga en su propio ojo (7.3–5; cf. Ro 2.1). Lejos de prohibir
la crítica sana y responsable, en seguida el pasaje nos lla-
ma a guardarnos de los falsos profetas, lobos vestidos de
ovejas (7.15) y a conocer a todos por sus frutos (7.16–20),
no por su palabrería espiritual (7.21–23). Según Juan 7.24
Jesús nos manda «juzgar con justo juicio» (cf. Lc 7.43; cf.
12.57); a los corintios, San Pablo les exhortó a «juzgad vo-
sotros mismos» (10.15; 11.13) y les avisa que «el espiritual
juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie» (ni
de «apóstoles» ni de «profetas»; 1Co 2.15; cf. 1Jn 2.27).
Con la supresión antibíblica de la sana crítica, estos líderes
se aseguran un espacio casi ilimitado para manipular a sus
feligreses. Dato curioso es que estos líderes (profetas,
«apóstoles»), al igual que los fariseos, se atribuyen la más
amplia libertad para criticar a otros, sin permitir que otros
los critiquen a ellos. Nuestra sociedad actual, en su tránsi-
to de la modernidad a la postmodernidad, vive una pro-
funda crisis de la autoridad. Se reconoce cada El autorita-
rismo no ofrece ningún futuro. 48 vez menos la autoridad
extrínseca, por el puesto o el título que uno ostenta. En el
futuro, los líderes tendrán que ganar cada vez más una
autoridad intrínseca, por lo que realmente son, su pensa-
miento y sus acciones.
El camino más difícil
Pensar con cabeza propia es a veces arriesgado e incómo-
do, por lo que, en la confusión de los cambios rápidos de
nuestra época, muchas personas buscan la seguridad en
autoridades que piensen por ellos. Pero eso no es sano y
no es la voluntad del Señor. El autoritarismo no ofrece nin-
gún futuro. Una expresión especial de este autoritarismo
manipulador es la supuesta autoridad incuestionable de
los «profetas». Casi siempre, estos «profetas» comunican,
con actitud autoritaria, que su profecía es de origen divino
y sería pecado cuestionarla. A menudo la expresión de su
cara declara, «yo soy profeta, que no me cuestione nadie».
Pero lo bíblico es todo lo contrario: «todos ustedes tienen
el Espíritu, juzguemos e interpretemos todos juntos esta
palabra que he recibido» (1Tes 5.20–21; 1Cor 14.29). Se
repite con mucha liviandad la fórmula «en el nombre del
Señor», como si el Señor estuviera a la orden y disposición
incondicional de estas personas.
Recuerdo un artículo en [la revista] Apuntes Pastorales, en
que el hermano Pablo Finkenbinder calculó que más o me-
nos 95% de las profecías en las iglesias le parecían de ori-
gen humano y no revelación divina³. He conocido casos en
los que ese origen humano provenía de prejuicios, resenti-
Cuidar el testimonio
Se olvida que Mateo 7.1 condena la criticonería de los fari- mientos o intereses propios...
seos, que pretendían juzgar a los demás sin ser juzgados
ellos, que juzgaban la paja en el ojo ajeno sin reconocer la