En Red #4 Resvista en red Cuarta edición | Page 8

La ética como fundamento de la técnica Soy profesor de profesión. A diferencia de otros profesionales de Teach for All, estudié para educar. No obstante, como todas y todos los que hayan estado un rato en educación se podrán dar cuenta, no hay receta para esta empresa. Efectivamente sólo la práctica hace al maestro. El año 2017 empecé a transitar el hermoso camino de la educación en Coyhaique, región de Aysén, al fin del cono sur de América. Por supuesto que estaba intimidado. ¿Cómo no estarlo? Si mi mirada se topaba con otras que no se sabían sostener. Al educar en escuelas pobres es frecuente dar con ese tipo de mirar tímido y entrecortado. Pero aquí hay algo especial, los chicos y chicas de Aysén se enfrentan a un gran Goliat que imposibilita otros futuros posibles. Efectivamente, Aysén es la región donde el derecho a la educación es el menos valorado por los jóvenes en la gama de derechos sociales de acuerdo al estudio Yo Opino, ya que las y los estudiantes no se imaginan un futuro distinto al esperado. Al iniciar mi aventura, me grabé un mantra: conocer es amar sin esperanza. Decidí que primero debía conocer para enseñar, y que la única forma de lograrlo es entregando amor. Les empecé a escribir cartas y recitar poemas utilizando la metáfora de David contra Goliat. Tenemos permitido hacer el ridículo con carisma, rabiar con sentido, exigir con propiedad y jugar con entusiasmo. Lo contrario, aplica a la falsa vida. Los métodos para enfrentar el desafío de encantar a las juventudes, con razón desencantadas, son múltiples y nadie usa solo uno a la vez. Trataré en estas líneas de explayarme sobre esas distintas maneras que utilicé para ayudar a mis estudiantes a enfrentar a Goliat; aumentar su amor propio, aclarar su propósito y crear colaborativamente oportunidades para lograr sus metas. 7 Cuando uno se para a dirigir un aula la actitud es lo primero en lo que los estudiantes se fijan. Recuerdo una película norteamericana en la que una profesora principiante llega a hacer clases en una casa de acogida debajo del metro neoyorkino, como es natural, los estudiantes no le prestan atención y la miran con desgano, hasta que una clase entra una rata al aula; ¡las niñas gritan! ¡Los niños se paran en sus bancos! Y la profesora reacciona sacando la rata de la sala y calmando al curso. Recién entonces puede iniciar una relación como interlocutora válida con sus estudiantes. Somos reproductores de los sistemas de creencias de la sociedad actual, ¡es de esperar que el aula sea un espacio negociado! Para educar –y no morir en el intento- es crucial tener una actitud correcta que transmitir de acuerdo al contexto, para que, siguiendo la metáfora, David se empodere y enfrente a Goliat. Para ser maestra, para ser maestro, hay que querer estar con jóvenes, así, sin esperar más. Y en ese estar, los disfraces que nos ponemos para cautivar y llamar la atención, se nos olvidan en las varias situaciones que nos ponen a prueba y frente a las cuáles nos vemos tal como somos. Educar es como jugar al futbol, se hace en cada acto y con cada gesto. Pese a lo que pretendamos, no siempre pensamos antes de hablar. Por eso es fundamental poner delante el propósito que nos dirige y actuar en consecuencia; que nuestros estudiantes aprendan la importancia del actuar con sentido, de tener un propósito para levantarse cada día. "...Tenemos permitido hacer el ridículo con carisma, rabiar con sentido, exigir con propiedad y jugar con entusiasmo." Benjamín Infante Generación 2017 Pech Enseña Chile. Profesor de Historia Liceo República Argentina. [email protected]