Santa que creó los cimientos de la Tierra, la Ley Santa que es lo primero y lo
último y que vive en los corazones de los Hijos de la Luz.
Porque la Ley es grande, como grande es el Padre Celestial sobre Sus Angeles.
El es el que nos da la Ley y El es la Ley; en Su mano están los lugares
profundos de la Tierra. La firmeza de las colinas, también es de El. El mar es
Suyo, porque El lo hizo y Sus manos formaron la tierra seca.
Venid, adoremos e inclinémonos, arrodillémonos ante el Padre Celestial, porque
El es la Ley y nosotros somos los habitantes de Sus praderas y las ovejas de Su
mano.
Los Hijos de la Luz invocan la Ley Santa con cantos de alegría, las
enfermedades huyen de Su presencia, la muerte huye y también huyen la
ignorancia y el orgullo, el desprecio, la fiebre calurosa, la calumnia, la discordia y
la maldad, toda ira y violencia y las palabras llenas de mentira y falsedad, todo
esto huye ante el poder de la Ley Santa.
Aquí está la Ley que destruirá toda enfermedad y destruirá toda clase de muerte
y destruirá a los opresores de los hombres y al orgullo y al desprecio, como
también a las fiebres calurosas, a las calamidades y a toda clase de discordia y
al peor de todos los males y desterrará la ignorancia, expulsándola de la Tierra.
Bendecimos la invocación y la oración, la fortaleza y el vigor de la Ley Santa,
invocamos al espíritu, a la conciencia y al espíritu de los Hijos de la Luz, quienes
enseñan la Ley y luchan en el reino de las tinieblas para atraer la Luz de la Ley a
los Hijos de los Hombres.
Bendecimos el triunfo de los buenos pensamientos, de las palabras bondadosas
y de las buenas acciones, que fortalecen los fundamentos del Reino de la Luz.
Que los Hijos de los Hombres quienes tienen buenos pensamientos, hablan
palabras bondadosas y hacen buenas acciones, habiten en los cielos, como si
estuvieran en su propia casa.
Y aquellos que tienen malos pensamientos, pronuncian palabras malignas y
hacen malas acciones, habiten en el caos.
La pureza es para el hombre, junto con la vida, el más grande de todos los
bienes; aquella pureza está en la Ley Santa que hace crecer la hierba sobre las
montañas y limpia los corazones de los hombres.
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