ELEVANGELIO DE LOS ESENIOS | Page 91

Desde antes de que el tiempo existiese, el Padre Celestial plantó el Arbol de la Vida, que permanece por siempre y siempre en medio del Mar eterno. En sus ramas más altas canta un ave y sólo aquellos que han viajado hasta allí y han escuchado el misterioso canto del ave, sólo esos verán al Padre Celestial, Le preguntarán cuál es Su nombre y El responderá: Soy el que soy, Siendo siempre el Mismo, porque Soy eterno. Oh Tu Padre Celestial, cuán grande es Tu nombre por sobre toda la Tierra. Has puesto Tu gloria sobre los cielos. Cuando pensamos que los cielos son la obra de Tus dedos y la luna y las estrellas Tu las instituiste, ¿qué es el hombre, para que Tu cuides de él? Sin embargo has hecho una alianza con los Hijos de la Luz y ellos caminan con Tus santos ángeles; los has coronado con gloria y honor y has hecho que tengan dominio sobre las obras de Tus manos y les has dado la tarea de alimentar y proteger a todo lo que vive y crece sobre Tu Tierra verde. Oh Padre Celestial, cuán grande es tu nombre sobre toda la Tierra. Escucha la voz que clama a Ti. ¿A dónde podría huir de Tu espíritu? O ¿dónde escaparé de Tu presencia? Si asciendo hasta los cielos, ahí estás Tu. Si hago mi lecho en el infierno, he aquí que ahí estás Tu. Si tomo las alas de la aurora y llego hasta las lejanas regiones del mar, aún hasta allá me conducirá Tu mano y Tu diestra me sostendrá. Si yo digo: seguramente las tinieblas me cubrirán, aún la noche a mi alrededor será Luz. Ciertamente, las tinieblas no logran esconderme de Ti, porque la noche resplandece como el día, las tinieblas y la luz son iguales para Ti, porque Tu diriges mi destino. Así como el ciervo busca los arroyos de agua, así mi espíritu suspira por Ti, oh Dios, mi espíritu ansía al Padre Celestial que vive por siempre. La Ley es mi Luz y salvación, ¿a quién temeré? La Ley es la roca y la fortaleza de mi vida, ¿quién puede intimidarme? Una cosa he deseado de la Ley y la estoy buscando: que pueda vivir en la casa de la Ley todos los días de mi vida, para contemplar la belleza del Padre Celestial. 91