Tuyo era el Poder, oh Padre Celestial, si, oh Creador del Amor, a Ti pertenecían
el entendimiento y el espíritu, cuando ordenaste un sendero para cada uno de
nosotros y a la vez para todos.
Por Tu Poder iremos hasta la gente y le enseñaremos diciendo: confiad en la
Ley y caminad por los caminos de los santos ángeles, así viviréis en la Tierra y
ciertamente seréis alimentados desde la mesa donde está el festín de la Madre
Tierra.
Deleitaos también en el Poder del Padre Celestial y El os concederá los deseos
de vuestro corazón.
Que la arrogancia no salga de vuestra boca; porque el Padre Celestial gobierna
mediante la Ley Santa y El pesa las acciones. El es el que hace bajar a la tumba
y el que rescata de ella.
El poder de la Ley puede traer la pobreza, o dar la riqueza. Su poder puede
causar la caída, o promover el ascenso.
El poder de la Ley levanta al pobre desde el polvo y saca al mendigo del
estercolero y los hace herederos del Trono de la Gloria.
Desde afuera de los cielos, El hace caer truenos sobre los hijos de las tinieblas.
El Señor juzgará con Su poder los confines de la Tierra. El escucha las voces de
los hermanos que claman desde el desierto estéril.
Preparaos para el camino de la Ley, haced que sean rectos los caminos del
Padre Celestial, los de la Madre Tierra y los de todos los santos ángeles del Día
y de la Noche.
Todo valle será llenado y toda montaña y colina serán puestos abajo y lo que
está torcido será enderezado, y los caminos escabrosos se volverán suaves y
toda carne verá el Poder de la Ley. Te ensalzamos, Padre Celestial, porque nos
has levantado. Oh señor, que eres nuestro Padre Todopoderoso, Tu nos
sanaste cuando Te invocamos.
Has librado de la tumba los espíritus de la gente y los mantienes con vida, para
que no desciendan a la sepultura. Oh Padre Celestial, Tu eres la Ley; tarde o
temprano, hemos de buscar a Tus ángeles. Nuestros espíritus tienen sed de Ti,
nuestra carne suspira por la Ley.
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