ELEVANGELIO DE LOS ESENIOS | Page 79

Por eso guarda sus Leyes, porque nadie puede vivir largo tiempo, ni ser feliz, a menos que honre a su Madre Tierra y cumpla sus Leyes. Porque tu aliento es su aliento, tu sangre es su sangre, tus huesos son sus huesos, tu carne su carne, tus ojos y oídos son sus ojos y oídos. ¡La Madre Tierra! Siempre estamos rodeados por Ella, siempre nos circunda su belleza, nunca podemos separarnos de Ella, nunca podemos conocer sus profundidades, porque Ella es la que está siempre creando nuevas formas; lo que existe, nunca antes existió, lo que existió no regresa de nuevo. En su reino todo es siempre nuevo y siempre viejo, vivimos en su medio y sin embargo no la conocemos, Ella nos habla continuamente y aún así nunca nos revela sus secretos. Siempre sembramos en el suelo y recogemos sus cosechas, pero no tenemos poder sobre Ella. Ella continuamente está construyendo y continuamente está destruyendo y el lugar donde Ella labora, está oculto a los ojos de los hombres. EL ANGEL DEL PORDER. Tu eras el poder, oh Padre Celestial, cuando ordenaste un Sendero para cada uno de nosotros y a la vez para todos. ¿Qué es la acción bien hecha? Es la que hacen los Hijos de la Luz, quienes cumplen la Ley antes que todas las otras cosas. Por eso, yo te pido el mejor de todos los dones, oh Padre Celestial, pues Tu eres el más perfecto de todos los seres. Que la Ley Santa gobierne dentro de nosotros a través de Tu ángel del Poder. Yo pongo cerca de Ti mis invocaciones, para que Tus grandes dones de Poder protejan Tu Orden Celestial y para que Tu mente creativa esté dentro de nosotros por siempre. Te ensalzamos, Padre Celestial, oh Rey Poderoso y bendecimos Tu poder por siempre y siempre, mientras seamos aptos y podamos tener el poder y mientras que le enseñemos al pueblo las cosas que deben hacer, teniendo fe en el Padre Celestial, en la Madre Tierra, en los santos ángeles y en todos los Hijos de la Luz, quienes siembran en el suelo del jardín de la Hermandad, sintiendo el deseo de la Orden Celestial en sus espíritus y en sus cuerpos. 79