Satanás. Y los ángeles de Dios abandonan su cuerpo y pronto Satanás lo
habitará. Comed cuando el sol está en la parte más alta de los cielos y luego
cuando se ponga. Y no veréis enfermedad, pues el obrar así halla gracia a los
ojos del Señor.
Y si queréis que los ángeles del Señor se regocijen en vuestro cuerpo y que
Satanás huya lejos de vosotros, sentaos a la mesa de Dios solo una vez al día.
Y entonces vuestros días serán largos sobre la Tierra. Porque esto es agradable
a los ojos del Señor. Comed siempre cuando la mesa de Dios esté servida ante
vos. Y siempre comed lo que hay en la mesa de Dios. Porque en verdad Yo os
digo, Dios sabe bien las necesidades de vuestro cuerpo y cuando lo necesitáis.
CAPITULO XXIX.
No comáis como los paganos que se hartan apresuradamente manchando sus
cuerpos con toda clase de abominaciones. Porque el poder de los ángeles de
Dios entra en vos con el alimento vivo que el Señor os da en su Mesa Real.
Y cuando comáis, tened sobre vos el Angel del Aire y debajo, el Angel del Agua.
Respirad largo y profundamente en todas vuestras comidas, para que el Angel
del Aire bendiga vuestra comida. Masticad perfectamente bien vuestros
alimentos, con los dientes, para que se licuen, para que el Angel del Agua los
transforme en sangre en vuestro cuerpo. Y comed muy despacio como si fuera
una oración hecha al Señor.
Porque en verdad os digo, el poder de Dios penetra en vos, si coméis de esta
manera en su mesa. Pero Satanás vuelve el cuerpo –de aquel a quien el Angel
del Aire y el Angel del Agua no defienden en sus comidas, en vapor fangoso.
Y al que devora precipitadamente sus alimentos, el Señor no lo soporta más en
su mesa. Porque la mesa del Señor es un altar y el que come en la mesa de
Dios, está en su templo. Porque en verdad os digo, el cuerpo de los Hijos de los
Hombres es transformado en un templo y su interior en un altar, si es que
cumplen los mandamientos de Dios.
Por lo tanto, no pongáis nada en el altar de Dios cuando vuestro espíritu esté
perplejo, ni cuando penséis de alguien con enojo. Y entrad solo en el santuario
del Señor cuando sintáis en vos el llamado de sus ángeles. Porque todo lo que
comiereis con espíritu contrito, enojado o sin deseos, llega a ser tóxico en
vuestro cuerpo, porque el aliento de Satán profana todo esto.
Así, colocad con gozo vuestras ofrendas sobre el altar de vuestro cuerpo. Y que
todos vuestros malos pensamientos se alejen de vos cuando recibáis el poder
37