Pues todo lo que mata a vuestros alimentos, mata a vuestros cuerpos también.
Y todo lo que mata a vuestros cuerpos, mata también vuestras almas. Y
vuestros cuerpos vendrán a ser lo que vuestros alimentos sean, así como
vuestros espíritus vendrán a ser lo que vuestros pensamientos sean.
Por lo tanto, no comáis nada que el fuego, la escarcha o el agua hayan
destruido. Porque los alimentos quemados, helados o podridos, quemarán,
helarán y pudrirán también vuestros cuerpos. No seáis como el agricultor tonto,
quien sembró en su terreno semillas cocidas, heladas y podridas. Y llegó el
otoño y su campo no produjo. Y grande fue su aflicción