ELEVANGELIO DE LOS ESENIOS | Page 20

Y ninguno deseaba irse a su casa diciendo: No voy a mi casa donde todo es tinieblas y no hay gozo. ¿Para qué vamos a casa donde nadie nos ama? Y hablaban de ese modo, pues casi todos eran pobres, cojos, ciegos, malformados. Eran mendigos, sin hogar, despreciados en su miseria. Eran únicamente soportados en las casas donde hallaban refugio por algunos días, solo por amor a la piedad. Y algunos, también, poseyendo casas y familias decían: También nosotros nos quedaremos con vosotros. Porque cada hombre sentía que las palabras de El, que había partido, los unía con lazos invisibles a la pequeña compañía. Y todos sintieron su nuevo nacimiento. Vieron ante ellos un mundo lleno de esplendor, aún cuando la luna se escondía tras las nubes. Y en el corazón de todos renacían flores de admirable belleza, las flores del gozo y de la felicidad. Y cuando los brillantes rayos del sol aparecieron en el horizonte, todos sintieron que era el futuro Sol del Reino de Dios. Y con sus rostros radiantes de gozo se levantaron para encontrar a los ángeles de Dios. CAPITULO XIII. Muchos enfermos e inmundos seguían las palabras de Jesús. Y buscaban las riberas de los susurradores arroyos y quitando sus sandalias y vestiduras, ayunaban y sometían sus cuerpos a los ángeles del Aire, del Agua y del Sol. Y los ángeles de la Madre Tierra los tomaron en sus brazos, posesión andose de sus cuerpos, tanto del exterior como del interior. Y todos vieron alejarse apresuradamente de ellos, todos los males, errores e impurezas. Y el aliento de algunos de ellos llegó a ser tan insoportable como el desecho de los intestinos cuando hay diarrea. Y algunos tenían accesos anormales de esputos y mal olor y además, vómitos inmundos e impurezas salían de sus partes internas. Y todas estas impurezas fluían por sus bocas, en algunos por su nariz, en otros por sus ojos y orejas. Y muchos tenían un sudor fétido que provenía de todo su cuerpo, sobre toda la superficie de su piel. Y a muchos les resultaron abscesos en sus piernas, de las cuales salían impurezas de muy mal olor. Y la orina fluía abundante de su cuerpo. Y en muchos, los orines eran escasos, muy espesos y de color de miel de abejas. El de otros era casi rojo o negro y casi tan duro como la arena de los ríos. 20