Y ninguno deseaba irse a su casa diciendo: No voy a mi casa donde todo es
tinieblas y no hay gozo. ¿Para qué vamos a casa donde nadie nos ama?
Y hablaban de ese modo, pues casi todos eran pobres, cojos, ciegos,
malformados. Eran mendigos, sin hogar, despreciados en su miseria. Eran
únicamente soportados en las casas donde hallaban refugio por algunos días,
solo por amor a la piedad.
Y algunos, también, poseyendo casas y familias decían: También nosotros nos
quedaremos con vosotros. Porque cada hombre sentía que las palabras de El,
que había partido, los unía con lazos invisibles a la pequeña compañía.
Y todos sintieron su nuevo nacimiento. Vieron ante ellos un mundo lleno de
esplendor, aún cuando la luna se escondía tras las nubes.
Y en el corazón de todos renacían flores de admirable belleza, las flores del
gozo y de la felicidad. Y cuando los brillantes rayos del sol aparecieron en el
horizonte, todos sintieron que era el futuro Sol del Reino de Dios. Y con sus
rostros radiantes de gozo se levantaron para encontrar a los ángeles de Dios.
CAPITULO XIII.
Muchos enfermos e inmundos seguían las palabras de Jesús. Y buscaban las
riberas de los susurradores arroyos y quitando sus sandalias y vestiduras,
ayunaban y sometían sus cuerpos a los ángeles del Aire, del Agua y del Sol. Y
los ángeles de la Madre Tierra los tomaron en sus brazos, posesión andose de
sus cuerpos, tanto del exterior como del interior. Y todos vieron alejarse
apresuradamente de ellos, todos los males, errores e impurezas.
Y el aliento de algunos de ellos llegó a ser tan insoportable como el desecho de
los intestinos cuando hay diarrea. Y algunos tenían accesos anormales de
esputos y mal olor y además, vómitos inmundos e impurezas salían de sus
partes internas.
Y todas estas impurezas fluían por sus bocas, en algunos por su nariz, en otros
por sus ojos y orejas. Y muchos tenían un sudor fétido que provenía de todo su
cuerpo, sobre toda la superficie de su piel. Y a muchos les resultaron abscesos
en sus piernas, de las cuales salían impurezas de muy mal olor. Y la orina fluía
abundante de su cuerpo. Y en muchos, los orines eran escasos, muy espesos y
de color de miel de abejas. El de otros era casi rojo o negro y casi tan duro como
la arena de los ríos.
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