Y una luz flameante fluyó como un río de Sus manos y respondió: Siempre hay
una esperanza, oh tu para quien el cielo y la tierra fueron creados.
Y entonces el ángel que estaba sobre el mar y la tierra levantó Sus manos al
cielo y juró por el que vive para siempre, por siempre, Quien creó el cielo y las
cosas que están en él y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no
será más; pero en los días de la voz del séptimo Angel, cuando El comience a
tocar, el misterio de Dios deberá ser revelado a aquellos que hayan comido del
Arbol de la Vida, que está por siempre en el Mar eterno.
Y la voz habló de nuevo diciendo: Ve y toma un libro que está abierto en la
mano del Angel que está sobre el mar y sobre la tierra.
Y fui donde el Angel y le dije: Dadme el libro, para que yo pueda comer del Arbol
de la Vida que está en la mitad del Mar Eterno. Y el Angel me dio el libro y abrí
el libro y leí lo que siempre había sido, lo que era ahora y lo que vendría.
Y vi el holocausto en el que se sumergía la tierra y la gran destrucción que
ahogaría a todos los habitantes en océanos de sangre y vi también la eternidad
del hombre y el perdón infinito del Todopoderoso.
Las alas de los hombres eran como páginas blancas en el libro, siempre listas
para que una nueva canción fuera escrita.
Y levanté mi rostro hacia los siete ángeles de la Madre Tierra, hacia los siete
ángeles del Padre Celestial y sentí que mis pies tocaban la fuente sagrada de la
Madre Tierra y mis dedos tocaban los pies sagrados del Padre Celestial y escribí
un himno de acción de gracias:
Te agradezco Padre Celestial, porque me has colocado en una fuente de
arroyos fluidos, en un manantial de vida en una tierra de sequía, irrigando un
jardín eterno de prodigios; el Arbol de la Vida, misterio de misterios, que
extiende sus ramas infinitamente, pues, el plantío eterno sumerge sus raíces en
el arroyo de vida de una fuente eterna. Y Tu, Padre Celestial, proteges sus
frutos con los ángeles del Día y de la Noche y con llamas de Luz eterna
ardiendo por doquier.
Y la voz habló de nuevo y de nuevo mis ojos se apartaron del Reino de la Luz.
¡Atiende oh hombre!, tu puedes avanzar por el sendero correcto y caminar en la
presencia de los ángeles. Tu puedes glorificar a la Madre Tierra en el día y al
Padre Celestial en la noche y por tu ser, corre el arroyo de la Ley.
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