ELEVANGELIO DE LOS ESENIOS | Page 150

Y una luz flameante fluyó como un río de Sus manos y respondió: Siempre hay una esperanza, oh tu para quien el cielo y la tierra fueron creados. Y entonces el ángel que estaba sobre el mar y la tierra levantó Sus manos al cielo y juró por el que vive para siempre, por siempre, Quien creó el cielo y las cosas que están en él y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no será más; pero en los días de la voz del séptimo Angel, cuando El comience a tocar, el misterio de Dios deberá ser revelado a aquellos que hayan comido del Arbol de la Vida, que está por siempre en el Mar eterno. Y la voz habló de nuevo diciendo: Ve y toma un libro que está abierto en la mano del Angel que está sobre el mar y sobre la tierra. Y fui donde el Angel y le dije: Dadme el libro, para que yo pueda comer del Arbol de la Vida que está en la mitad del Mar Eterno. Y el Angel me dio el libro y abrí el libro y leí lo que siempre había sido, lo que era ahora y lo que vendría. Y vi el holocausto en el que se sumergía la tierra y la gran destrucción que ahogaría a todos los habitantes en océanos de sangre y vi también la eternidad del hombre y el perdón infinito del Todopoderoso. Las alas de los hombres eran como páginas blancas en el libro, siempre listas para que una nueva canción fuera escrita. Y levanté mi rostro hacia los siete ángeles de la Madre Tierra, hacia los siete ángeles del Padre Celestial y sentí que mis pies tocaban la fuente sagrada de la Madre Tierra y mis dedos tocaban los pies sagrados del Padre Celestial y escribí un himno de acción de gracias: Te agradezco Padre Celestial, porque me has colocado en una fuente de arroyos fluidos, en un manantial de vida en una tierra de sequía, irrigando un jardín eterno de prodigios; el Arbol de la Vida, misterio de misterios, que extiende sus ramas infinitamente, pues, el plantío eterno sumerge sus raíces en el arroyo de vida de una fuente eterna. Y Tu, Padre Celestial, proteges sus frutos con los ángeles del Día y de la Noche y con llamas de Luz eterna ardiendo por doquier. Y la voz habló de nuevo y de nuevo mis ojos se apartaron del Reino de la Luz. ¡Atiende oh hombre!, tu puedes avanzar por el sendero correcto y caminar en la presencia de los ángeles. Tu puedes glorificar a la Madre Tierra en el día y al Padre Celestial en la noche y por tu ser, corre el arroyo de la Ley. 150