la fortaleza del sol penetró en el corazón del hombre y éste tomó el poder e hizo
con él un falso sol y, he aquí, que él esparció los rayos de la destrucción,
quemando los bosques, acabando con los valles de verdor, dejando sólo los
huesos carbonizados de sus hermanos. Y giré mi rostro con vergüenza.
Y quité el cuarto sello y vi y observé al Angel del Regocijo y de Sus labios fluía la
música de la Vida, y El se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre el camino de
paz. Y la Paz y el Regocijo, como la música, fluían a través del espíritu del
hombre. Pero el hombre oyó únicamente la estridencia de la tristeza y el
descontento y levantó su espada y cortó las manos de los pacificadores y la
levantó una y otra vez y cortó las cabezas de los cantores. Y giré mi rostro con
vergüenza.
Y quité el quinto sello y vi y observé al Angel de la Vida, y de Sus labios fluía la
Alianza Santa entre Dios y el hombre y El se inclinó sobre la Tierra y le dio al
hombre el don de la creación. Y el hombre creó una segadora de hierro con
formas de serpiente y la cosecha que recogió, fue de hambre y muerte. Y giré mi
rostro con vergüenza.
Y quité el sexto sello y vi y observé al Angel de la Tierra y de Sus labios fluía el
río de la Vida eterna y El se inclinó sobre la Tierra y le dio al hombre el secreto
de la eternidad y le dijo al hombre que abriera sus ojos y guardara los misterios
del Arbol de la Vida en el Mar Eterno. Pero el hombre levantó su mano y sacó
sus propios ojos y dijo que no había eternidad. Y giré mi rostro con vergüenza.
Y quité el séptimo sello y vi y observé al Angel de la Madre Tierra y El me envió
con Ella un mensaje de Luz flameante del Padre Celestial. Y este mensaje era
para los oídos del hombre que estaba sólo, el que camina entre el cielo y la
Tierra. Y en el oído del hombre estaba susurrando el mensaje. Y no oía. Mas yo
giré mi rostro con vergüenza.
¡Mirad!, extendí mi mano hacia las alas del Angel y dirigí mi voz al cielo diciendo:
Dime el mensaje, para que pueda comer del fruto del Arbol de la Vida que crece
en el Mar de la Eternidad. Y el Angel me miró con gran tristeza y hubo silencio
en el cielo. Y entonces oí una voz, que era como el sonido de una trompeta,
diciendo: oh hombre, ¿quisieras tu mirar la maldad que has hecho, cuando
volteaste tu rostro del trono de Dios, cuando no hiciste uso de los dones de los
siete ángeles de la Madre Tierra y de los siete ángeles del Padre Celestial?
Y un dolor terrible se apoderó de mi cuando sentí dentro de mi los espíritus de
todos aquellos que se habían enceguecido ellos mismos, como para ver
únicamente sus propios deseos de la carne. Y vi los siete ángeles que estaban
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