descendido la simiente, no sólo de tu padre y abuelo, sino de todos los seres
que se han engendrado sobre la tierra.
En verdad eres Hijo de Dios y todos los hombres tus hermanos; hacer de Dios tu
hacedor, padre y guardián, ¿no nos liberará de todo sufrimiento y temores?
Por eso, te digo, no pienses en acumular bienes mundanos, posesiones, oro y
plata, pues estos traen únicamente corrupción y muerte. Mientras mayor sea tu
atesoramiento de riqueza, más gruesas serán las paredes de tu tumba.
Abre de par en par las ventanas de tu alma y respira el aire fresco de un hombre
libre. ¿Por qué os preocupáis por el vestido? Mirad los lirios del campo, cómo
crecen, no se afanan ni hilan y te digo, que ni aún Salomón en su gloria se vistió
como uno de éstos. ¿Por qué os preocupáis por el alimento? Mirad lo dones de
tu Madre Tierra; los frutos maduros de sus árboles y el grano dorado de su
suelo. ¿Por qué os preocupáis por casa y tierras? Un hombre no te puede
vender lo que no le pertenece y no puede adueñarse de lo que ya pertenece a
todos. Esta tierra extensa es tuya y todos los hombres son tus hermanos.
Los ángeles de la Madre Tierra andan contigo en el día y los ángeles del Padre
Celestial te guían en la noche y dentro de ti está la Ley Sagrada. No está bien
para el hijo de un rey codiciar un guijarro de la vera del camino. Toma tu puesto,
entonces, en la mesa del banquete y cumple tu legado con honor.
Pues en Dios vivimos nos movemos y tenemos nuestro ser. En verdad, nosotros
somos Sus hijos y El es nuestro Padre.
***
Unicamente es libre quien vive como él desea vivir, el que no se reprime en sus
actos y cuyos deseos se cumplen, el que no se cohíbe es libre, pero el que se
cohíbe y se reprime, seguramente ese hombre es un esclavo. Pero, ¿quién no
es esclavo? Unicamente aquel que no desea lo que le pertenece a los demás. Y
¿qué cosas son las que te pertenecen? Hijos míos, solamente el Reino de los
Cielos que está dentro de ti, donde la Ley de tu Padre Celestial mora, te
pertenece.
El Reino de los Cielos es como un comerciante que buscaba perlas hermosas y
cuando encontró una de buen precio, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.
Y si la perla preciosa es tuya por siempre, ¿por qué la cambias por guijarros y
piedras? Sabed vosotros, que tu casa, tu tierra, tus hijos e hijas, todas las
alegrías de la fortuna y las penas de la tribulación, sí, la opinión que tienen los
demás de ti, todas estas cosas no te pertenecen.
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