Porque así como él despojó, arruinó y destruyó su Madre Tierra, así él se
despojará, se arruinará y se destruirá a si mismo. Porque él nació de su Madre
Tierra y él es uno con Ella y todo lo que él hace a su Madre, se lo hace a sí
mismo.
Hace mucho tiempo, antes del gran diluvio, los Grandes caminaron la Tierra y
los árboles gigantes –aún aquellos que ahora no son más que leyenda, fueron
su casa y reino. Ellos vivieron muchas generaciones, porque comieron de la
mesa de la Madre Tierra y durmieron en los brazos del Padre Celestial y no
conocieron enfermedades, la vejez o la muerte.
A los Hijos de los Hombres les legaron toda la gloria de sus reinos, incluso el
conocimiento oculto del Arbol de la Vida, el cual está en medio del Mar Eterno.
Pero los ojos de los Hijos de los Hombres fueron cegados por las visiones de
satán y por promesas de poder, incluso el poder que se conquista por fuerza y
sangre y entonces el Hijo del Hombre rompió los hilos dorados que lo sujetaban
a su Madre Tierra y a su Padre Celestial; caminó desde el Torrente Sagrado de
Vida donde su cuerpo, sus pensamientos y sus sentimientos estaban unidos con
la Ley y empezaron a utilizar sólo sus propios pensamientos, sus propios
sentimientos y sus propios hechos, haciendo cientos de leyes, donde solo había
una.
Y así los Hijos de los Hombres se desterraron a sus casas y desde entonces se
han amontonado detrás de sus muros de piedra, no escuchando el susurro del
viento en los árboles altos de los bosques más allá de sus pueblos.
Les digo en verdad, el libro de la naturaleza es un Libro Sagrado y si desean
que los Hijos de los Hombres se salven a si mismos y hallen la Vida Eterna,
enséñenles una vez más, cómo leer las páginas vivientes de la Madre Tierra;
porque en toda cosa que esté con vida está escrita la Ley; está escrita en el
pasto, en los árboles, en los ríos, en las montañas, en las aves del cielo y en los
peces del mar y la mayor parte está dentro del Hijo del Hombre. Sólo cuando él
regrese al seno de su Madre Tierra encontrará la Vida Eterna y el Torrente de
Vida lo guiará hacia su Padre Celestial; sólo de este modo puede evitarse la
visión tenebrosa del futuro.
De este modo, por lo tanto, pídanle a vuestro Padre Celestial, cuando el sol esté
alto al medio día: Padre Nuestro que estás en el cielo, envía a todos los Hijos de
los Hombres Tu Angel de la Paz y envía al Reino de nuestra Madre Tierra el
Angel del Regocijo, para que nuestros corazones puedan estar llenos de canto y
regocijo y así nos abriguemos en los brazos de nuestra Madre.
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