Id entre los Hijos de los Hombres y habladles de la Ley Sagrada, para que de
este modo ellos puedan salvarse y entrar en los reinos celestiales. Pero
habladles con palabras que puedan entender, en parábolas de naturaleza que
hablen al corazón, porque los actos deben existir primero como un deseo en el
corazón despierto.
De este modo, por lo tanto, pídanle a vuestro Padre Celestial, cuando el sol esté
alto al mediodía: Padre Nuestro que estás en el cielo, envía a todos los Hijos de
los Hombres, Tu Angel de la Paz y envía a nuestro conocimiento el Angel de la
Sabiduría, para que podamos caminar en los senderos de los Grandes, quienes
han visto a Dios.
Entonces el Hijo del Hombre buscará paz con el reino de su Madre Tierra,
porque nadie puede vivir mucho, ni ser feliz, excepto aquel que honre a su
Madre Tierra y siga sus leyes.
Porque vuestro aliento es su aliento, vuestra sangre su sangre, vuestros huesos
sus huesos, vuestra carne su carne, vuestras entrañas sus entrañas, vuestros
ojos y vuestros oídos son sus ojos y oídos.
Les digo en verdad, ustedes son uno con la Madre Tierra; ella está en vosotros y
vosotros en ella; de ella nacieron y en ella viven y a ella regresarán de nuevo. Es
la sangre de vuestra Madre Tierra la que cae desde las nubes y fluye en los ríos;
es el aliento de nuestra Madre Tierra el que susurra en las hojas del bosque y
sopla con viento poderoso desde las montañas; dulce y firme es la carne de
nuestra Madre Tierra en las frutas de los árboles; fuertes y firmes son los huesos
de nuestra Madre Tierra en las rocas y piedras gigantes, las cuales se
mantienen como centinelas de tiempos perdidos; verdaderamente somos uno
con la Madre Tierra y aquel que se una a las leyes de su Madre, a él también se
unirá su Madre.
Pero llegará un día cuando el Hijo del Hombre volteará su car HH