apacible cae desde sus dedos y él les trae paz y fuerza a todos aquellos que se
le acerquen.
De este modo, por lo tanto, pídanle a vuestro Padre Celestial, cuando el sol esté
alto al mediodía: Padre Nuestro que estás en el cielo, envía a todos los Hijos de
los Hombres, Tu Angel de Paz y envía a aquellos de nuestra simiente y de
nuestra sangre el Angel del Amor, para que la Paz y Armonía puedan morar en
nuestra casa por siempre.
Entonces el Hijo del Hombre buscará paz con los otros Hijos de los Hombres,
incluso con los fariseos y sacerdotes, con limosneros y desamparados y hasta
con reyes y gobernadores. Porque todos son Hijos de los Hombres, cualquiera
que sean sus condiciones, cualquiera que sean sus profesiones, sea que sus
ojos hayan sido abiertos para ver los reinos celestiales o que aún caminen en
oscuridad e ignorancia.
Porque la justicia de los hombres puede recompensar al indigno y castigar al
inocente, mas la Ley Sagrada es la misma para todos, sea limosnero o rey, sea
pastor o sacerdote (N.E.: la referencia de Jesús cuando se abusa de un menor
es severa; no hay posibilidad de escudarse bajo la