guíe sus pensamientos, cuando el Angel del Amor purifique sus sentimientos y
cuando las acciones del cuerpo reflejen a la vez Amor y Sabiduría, entonces el
Angel de la Paz lo guiará indefectiblemente al trono de su Padre Celestial. Y
debe orar sin cesar para que el poder de Satán con todos sus enfermedades e
impurezas pueda ser arrojado de todas sus tres moradas; para que el poder, la
sabiduría y el amor puedan reinar en su cuerpo, sus pensamientos y sus
sentimientos.
Primero el Hijo del Hombre buscará la paz con su propio cuerpo; es como una
laguna de montaña que refleja el sol cuando está tranquila y clara, pero cuando
está llena de lodo y piedras, no refleja nada. Primero Satán debe ser arrojado
del cuerpo, para que los ángeles de Dios puedan entrar de nuevo y morar allí
dentro. Verdaderamente, la paz no puede reinar en el cuerpo, a no ser que éste
sea como un templo de la Ley Sagrada.
Por consiguiente, cuando quien sufra con dolores y plagas dolorosas, te pida
ayuda, dile que se renueve a si mismo con ayuno y oración, dile que invoque el
Angel del Sol, el Angel del Agua y el Angel del Aire, para que ellos puedan
entrar en su cuerpo y arrojar de éste el poder de Satán.
Enseñadle el bautismo de adentro y el bautismo de afuera. Dile que siempre que
coma de la mesa de nuestra Madre Tierra, preparada con sus dones: las frutas
de los árboles, los pastos de los campos, la leche de los animales buena para la
alimentación y la miel de abejas, no invoque el poder de Satán comiendo la
carne de los animales, porque aquel que mata, mata a su hermano y quien
quiera que se coma la carne de los animales muertos, se come el cuerpo de la
muerte. Dile que prepare su comida con el fuego de la vida, no con el fuego de
la muerte, porque los ángeles vivientes del Dios viviente sirven sólo a los
hombres vivientes.
Y aunque él no los vea, no los escuche y no los toque, está en todo momento
rodeado con el poder de los ángeles de Dios. Mientras sus ojos y oídos están
cerrados por la ignorancia de la Ley y anhelantes por los placeres de Satán, él
no los verá, ni los escuchará, ni los tocará; pero cuando él ayune y le pida al
Dios viviente arrojar todas las enfermedades e impurezas de Satán, entonces
sus ojos y oídos serán abiertos y encontrará la Paz.
Porque no solamente sufre aquel que alberga las enfermedades de Satán dentro
de él, sino también su madre, su padre, su esposa, sus hijos, sus compañeros,
también sufren, porque ningún hombre es una isla en si mismo y los poderes
que fluyen a través de él, sea de los ángeles o de Satán, verdaderamente estos
poderes actúan sobre otros para bien o para mal.
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